Crecerse y afrontar la adversidad, superando la dificultad por grave que sea, es el carácter de toreros que tienen esa vocación metida en el tuétano de su alma. Tal fue la tarde de ayer en Albacete del diestro lorquiano Paco Ureña cuando un toro de Alcurrucén le lanzó el pitonazo alcánzandole en el párpado y ojo izquierdo. Uno de los doctores de la plaza valoró el percance como muy grave. Ureña terminó la lidia y por su propio pie se fue a la enfermería; «entró en la enfermería con un gran hematoma y una fuerte hemorragia en el interior del ojo. La pinta era muy mala, de ahí la decisión de derivarle a toda prisa al hospital, porque el tiempo jugaba en su contra y había que operarle cuanto antes porque los daños podían ser irreversibles».
El cirujano González Masegosa firma el parte médico: «Al finalizar la lidia del cuarto toro es atendido en la enfermería Paco Ureña por un traumatismo periocular izquierdo por asta de toro. Presenta importante hematoma que impide la apertura del ojo. Se administra 80 mg de Urbason. Pronóstico reservado. Pendiente de valoración oftalmológica para lo que se envía al Hospital General de Albacete».
Este caso, como de tantos y tantos que se producen en cada temporada como consecuencia de la lidia, muestran a todas luces a los demás la dificultad tan dura y tremenda que supone enfrentarse a un toro bravo, solo ante el peligro, sin nada más que su habilidad, colocación, destreza y salida de los terrenos del animal.
Pero a lo que vamos en este comentario.
Paco Ureña es un torero con decisión, verdad, fe y entrega como pocos. Además de uno de los grandes, y por eso bastante más olvidado de las grandes ferias y circuitos mercantiles para darle el contrato que, día a día se gana en el ruedo poniendo todos los arrestos encima del albero, consiguiendo colocar el arte de torear en el sitio donde nunca debió olvidarse. Ayer en Albacete mostró el pundonor a quienes le pagan, los espectadores de Albacete y por ende todos aquellos aficionados que siguieron la corrida a través de la televisión, haciendo de la necesidad virtud y con todo el dolor en su cuerpo y contrariedad de solo un ojo abierto para la visión hizo estallar en una ovación grandiosa a toda la plaza albaceteña, reconociendo su entrega, tras el escalofriante percance.
Paco Ureña, torero sencillo, llano, singular, humilde, ayer en Albacete encumbró en plenitud el afán de superación de un diestro a la categoría de los grandes. Por eso, únicamente ahora, con la intervención ocular larga y reciente, nuestro deseo de mejoría y recuperación de la vista en plenitud.
¡Ánimo, torero!.
Foto: J. López «Ureña en Roa»
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