Paco Ureña Valero, el torero de Lorca, hizo ayer en Madrid lo que muy pocos son capaces de interpretar y hacer ante las astas voladizas y el ímpetu de un toro bravo, poniéndose en el sitio inverosímil, sin trampas ni alharacas, ni cartones vacíos por la ventaja en una faena pronta al natural con suavidad en el toque. Había entrado Paco Ureña por la vía de sustitución de su compañero Ferrera el día en que uno de los Adame confirmaba su alternativa en las Ventas y su huesuda cara triste pero serena en el patio de cuadrillas ya predecía que la intención del murciano era mostrar su forma del arte de torear adquirida con trabajos, privaciones y mucho esfuerzo.
Y no defraudó Paco Ureña como no defrauda en ninguna de las citas a las que acude convocado. Ya le pudimos ver, mermado de facultades a consecuencia de una cogida anterior, en la Feria de Santiago de Santander, palo e hiératico, profundo y digno, sobreponiéndose a la gran dificultad física que lo hacía permanecer convaleciente. Y hoy en Madrid en la catedral del toreo este maestro ha alcanzado el título de doctor cum laude en Tauromaquia por mostrar la verdad del toreo, en cites canónicos y sin ventajas, pisando el terreno del compromiso, del riesgo y de la desgracia.
Fue emocionalmente bello y profundo muchos de los pasajes vistos ayer en la corrida de Núñez del Cuvillo toreada en Madrid durante la feria de otoño, cuando ya las uvas están prácticamente vendimiadas, a falta del Pilar zaragozano y San Lucas de Jaén, con un Paco Ureña, torero de verdad y aliento de riesgo que nos produjo un escalofrío de emoción al verlo actuar en su sustitución a otro gran maestro, ahora en sazón, Antonio Ferrera.
Podrán decirse muchas cosas de este torero que tiene cara sincera pero con triste mueca y figura, de ojos rasgados entre párpados hinchados por la responsabilidad y el deseo de querer mostrar al mundo taurino unos fundamentos reales, únicos e irrepetibles del arte de torear. Y ayer en Madrid, Paco Ureña puso en la escena trágica, vital y hermosa de su coso, una actuación de verdad que se guardará siempre nuestra memoria. ¡Muchas gracias por la tarde, maestro!.
Foto: José FERMÍN Rodríguez/ Archivo federación.
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