La noticia entró como un latigazo, no por esperado menos doloroso: Rodolfo Rodríguez «El pana», torero mexicano, rendía su alma a Dios, bajando la mano y saliendo hacia la cara de la muerte con su paso cadente, su dolor y su sonrisa tras un infarto fulminante.
El Pana permanecía en estado agónico e irrecuperable salvo milagro en el Hospital civil de Guadalajara a consecuencia de la tremenda cogida sufrida en Lerdo, Durango, el pasado día 1 de mayo, cuando san Isidro abría su mano en la Feria de Madrid, por un toro de Guaname llamado «pan francés«.
Rodolfo Rodríguez, el viejo torero de alma soñadora que fumó el habano con Morante y con tantos y tantos compañeros de profesión, lleno de fe y pasión por la fiesta de toros y que quería morir en una plaza como los grandes toreros que así lo hicieron, dio su último suspiro de arrojo, valor, sentimiento y torería cuando el manto silencioso de la madrugada en España abrigaba el atardecer en México. Y dicen que solo pudo sonreír. DEP, Pana, ¡torero!.
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