Se ve que la pausa de la merienda hace mella en los corazones afligidos y al Presidente de la corrida de hoy en Arévalo no le supuso demasiado aguantar estoico los silbidos y las voces que le propinó el respetable, sobre todo tras negarse a conceder la segunda oreja a Enrique Ponce y luego a su compañero Finito, pese a la pausa del arrastre de mulillas, la petición y silbidos de unos y otros, de tal manera que el bollo o la empanada tomada a mitad de la corrida pusieron a favor de obra la concesión del indulto al último toro de la tarde, un ejemplar de Domingo Hernández de nombre «sembrador», bravo, noble y repetidor incansable a la muleta de su lidiador, pero sin haberse picado convenientemente y sin cumplir la característica fundamental que debe tenerse en el indulto de las reses de lidia para preservar la raza y casta, «cuando por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en TODAS LAS FASES DE LA LIDIA SIN EXCEPCIÓN y especialmente en la suerte de varas». No tardó ni un minuto el Presidente de la corrida en achantar y doblegar la concesión del premio, a todas luces injusto, pero necesario por lo que se vio en el comportamiento del animal.
Añádase a esto la complicidad de Finito de Córdoba que no quería matar al toro ni aunque estuviera pidiéndole entregado la muerte y que dio cien pases al ejemplar de Domingo Hernández, bien es verdad que a mí personalmente me gustó más la torería mostrada ante el primero de su lote, toreando con empaque, duende, temple y mando.
Y vamos poco a poco con el relato de lo visto hoy en Arévalo donde una cosa ha quedado clara meridianamente: Si usted, lector o lectora, es la primera vez que asiste a una corrida de toros, gracias a lo visto hoy en Arévalo, volverá a ir a la plaza de nuevo porque se ha divertido, lo ha pasado bien y se ha entretenido con el juego de los animales y la torería de los diestros. Y al final eso es lo importante y lo que cuenta para que el espectáculo se mantenga.
La corrida, celebrada ante casi tres cuartos holgados de plaza, era de las denominadas mixtas; abriendo el rejoneador Fermín Bohórquez la función de toros. Lidió a caballo un toro de su propia ganadería, cosechando silencio y un segundo de Luis Terrón, corrido en cuarto lugar, por el que recibió aplausos. Fermín lo ha intentado ante sus dos enemigos con una doma ajustada, de rejoneo clásico, pero con rictus de disgusto en su propia cara al acabar su intervención con el de Luis Terrón, de más movilidad que el primero, al que despenó de un rejonazo que produjo derrame y contrariedad en el público. No obstante se le reconoció su mérito con una ovación sincera al acabar la lidia.
Enrique Ponce puso el toreo esta tarde en Arévalo ante los dos de Garcigrande que le tocaron. El primero de lidia ordinaria a pie se le coló en un par de ocasiones por el pitón izquierdo, y Ponce, tomando la muleta con la derecha lo metió en el canasto de su torería de gusto, técnicamente perfecta, llena de matices singulares propios del torero de Chiva. Una faena plena de ligazón y oficio firmada con una estocada que produjo el tremolar de pañuelos pidiendo la oreja que le fue concedida, no así la segunda reclamada con fuerza por el público pero de particular decisión del usía. Ante el quinto de la tarde con un piso lleno de agujeros por los que protestó ostensiblemente y con razón el torero, de nombre igual que el indultado «sembrador» pero del hierro de Garcigrande, estuvo perfecto en cuanto a técnica. Magnífico en unos doblados con la pierna flexionada y en una serie al natural digna de un maestro de categoría. Una estocada y de nuevo la oreja para el esportón.
Finito de Córdoba dio cuenta de «catalcavos», un toro flojito y noble de Garcigrande al que toreó con el capote dándole tres lances y una media de remate bellísima. Le gritan desde el callejón uno de los suyos «No lo alivies que no quiere por abajo», pero Juan Serrano brinda al público y comienza su faena a pies juntos en el tercio sacándolo al medio del redondel con gusto y torería. Los tres ayudados del final de la faena para enmarcar. Una estocada algo contraria pero efectiva le otorgó la oreja del animal.
Luego cortaría simbólicamente las dos y el rabo del «sembrador» que cerró la corrida. El toro remató en tablas y Finito le torea bien con el capote dándole tres medias. Se va suelto el toro, al cambiar el tercio. Con la muleta Finito empieza doblándose por bajo con el animal. Una faena larga, pasada de tiempo, con pases variados, de todas las marcas, pues el toro iba y venía como un carretón noble, obediente y entregado. La verdad es que Finito toreó mejor en el primero que en este, pero lo que son las cosas, la bulla y la propuesta del diestro de indultar al toro, obtuvo eco en parte del público y la algarabía fue in crescendo, de tal manera que el pañuelo naranja asomó en la balconada para premiar el comportamiento del burel.
Del toril se soltó la parada de mansos que recogieron el toro y lo metieron al corral, entre la ovación del público.
En resumen. Una entretenida corrida de toros hoy en Arévalo, propia y feliz para mejorar la fiesta y captar la clientela y espectadores tan necesaria su presencia en los tendidos, pues hoy sí que es verdad que quien haya ido por primera vez a los toros volverá, como volvió el general McArthur a las Filipinas.
Ficha de la corrida:
Arévalo. Casi tres cuartos de plaza. Dos toros, uno de Bohórquez y otro de Terrón, para Fermín Bohórquez, silencio y aplausos. Y en lidia ordinaria, tres toros de Garcigrande, desiguales de presentación, nobles y bravos dos de ellos y uno flojito y un cuarto de Domingo Hernández, bravo y noble, indultado, para Enrique Ponce, oreja y oreja y Finito de Córdoba, oreja y dos orejas y rabo simbólicos. Miguel Ángel Sánchez actuó de sobresaliente.
Fotos: José Fermín RODRÍGUEZ
Deja una respuesta