Otro novillero que está pasando momentos difíciles y complicados en su actividad taurina, pues las oportunidades como la ocasión para estos muchachos que van por libre la pintan calva. Y mira que este muchacho es valiente, torea con gusto y lleva el veneno de la afición en su alma, pero los momentos de mostrar a los demás su arte, su torería, no acaban de llegar como todos y él mismo querrían, año tras año y temporada tras temporada.
Pedro es un muchacho del Tiemblo y de él guardo un recuerdo muy entrañable y afectuoso, pues él fue el primer torero que me brindó un novillo de los de Villagodio en la plaza de Medina de Rioseco. Era la final del certamen de tentaderos y los seis muchachos se vistieron de luces para la ocasión y despachar seis ejemplares elegidos por la organización. Recuerdo el momento cuando todos ellos posaban para la cámara en la puerta de cuadrillas y siempre admiré aquella fotografía pues se contenía en la misma una gran ilusión, esperanza, fe y ganas para hacer de esta profesión del toreo la propia vida de aquellos chicos que llegaron a la final del Bolsín taurino de Rioseco, hoy certamen de tentaderos. Era la primera vez que tentaba una montera entre mis manos y aquel recuerdo y sus palabras que no se me han olvidado dijeron: «Va por tí, Jesús y por lo buena persona que eres, y por todo lo que escribes por nosotros«.
Recogí la montera al vuelo y con la emoción contenida me senté en el tendido de la plaza para contemplar la lidia al ejemplar al que además cortó una oreja, moviéndola nervioso entre mis manos. No había recibido nunca una atención de este tipo de nadie que se dedicara a la tauromaquia y aquello, como otro brindis de Tatín «el vitoriano» en La Cistérniga, dirigido a Gonzalo Santos, pero que no se levantó del asiento por estar distraído en otros menesteres con mi amigo Luis Miguel Rodríguez, me causó orgullo y emoción.
Pedro Cabrero debutó en el Tiemblo con picadores junto a Pablo Lechuga en el cartel y ese día estrenó un terno azul marino. Acompañado de mi amigo Luis Juez en el tendido, me salió del alma, cuando vi su debut con el utrero el primer novillo en la plaza un «¡Joder. Nos quedamos sin torero!» porque el ejemplar era un torazo en toda regla. Tragando árnica, no lo hizo mal el muchacho, llegando a cortar una oreja al segundo de su lote, un ejemplar de Alcurrucén grande y cuajado. Y en esa ocasión se lo brindó a un amigo del alma, Benjamín «Benja», que le acompañaba como mozo de espadas, con quien además había ido y venido en las novilladas sin caballos y con él, en la cuadrilla, un peón de confianza, categoría y de su tierra, David Adalid.
Luego en la plaza de Ávila, en el certamen conocido como «La muralla» también actuó con decoro y gracia. La ciudad de los Caballeros y sus aficionados le vieron en varios momentos de su participación, siempre seria y asentada. Pedro cumplió con creces su formación de novillero, entiende las reses y sabe qué es lo que quiere en este envenenado en ocasiones, pero increíble mundo de los toros.
Hoy este muchacho rubio del Tiemblo ha cumplido años. Con el recuerdo y gratitud por los momentos pasados me permito felicitarle porque la amistad es algo que debe perdurar entre las personas, deseando su triunfo y pidiendo por su éxito que lo merece.
(En la foto que les hice para el recuerdo posan los seis finalistas de aquella tarde: Pedro Cabrero; César Alonso; Jorge Sahagún; Pablo Santana; Adrián Alarcia y Ángel Jiménez)
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