No hace tanto tiempo que Pedro Cabrero, el muchacho del serrano pueblo abulense de El Tiemblo, debutó con picadores en su localidad natal, enfrentándose a una novillada de Alcurrucén y completando la terna con Pablo Lechuga, en aquella época novillero afamado, y el rejoneador Mariano Rojo. Era el día de San Antonio del mes de junio de 2009.
Su tiempo torero juvenil llegó tras conseguir una de las mejores clasificaciones en el Bolsín taurino de Medina de Rioseco ante las reses de Antonio Bañuelos en la semifinal de aquel año y entrar en el Certamen «Puerta grande» que organizó Castilla la Mancha televisión en 2010, cuando causó sensación de gusto y torería a todos. Lo cierto es que los pasos dados por este joven torero que algunos medios colocan como de Toledo, pero que es de Ávila por los cuatro costados, han sido espaciosos, duros, difíciles y complicados. Ha buscado su oportunidad y sigue en esta profesión abriéndose paso como mejor sabe y puede, toreando.
Ahí está Pedro Luis Cabrero en la relación nominal de novilleros que por no tener excesivas posibilidades económicas puede parecer que se le han roto muchas expectativas e ilusiones puestas por él mismo y por cuantos con él están ayudándole, acompañándole y dirigiéndole.
Bien es verdad, y eso es algo del que todos somos conscientes , que cualquier oficio si no se practica, si no se ejerce, verdaderamente se olvida y se pierde en el pozo airón. Si el sacrificio no supone en la persona el origen de su esfuerzo, poco hay que rascar en esta como en cualquier otra profesión.
Recuerdo mientras escribo este artículo prácticamente dejándome llevar por la memoria que este muchacho, vestido de luces, ha sido uno de los que me ha brindado un novillo y bien que me acuerdo de las palabras que me dijo antes de lanzarme la montera en la vieja plaza de Rioseco un día de San Juan de no hace tantos años. Allí todos vimos torear a un chaval con cierta gracia, destreza y una mano izquierda poderosa que hacía presagiar el triunfo no tardando tanto tiempo. Sin embargo, el tiempo, las circunstancias y otros aspectos echaron casi por tierra el futuro de un chico que apuntaba alto en el escalafón del toreo. Aquel día cortó una oreja al novillo que le tocó torear, pero no fue suficiente para ganar el certamen.
Acompañándole por tierras zamoranas, allá en el pueblo de Cecilio Lera, hizo una faena redonda a un novillo de Luis Cebrián, difícil y muy complicado, al que sometió, templó, mandó y mató de una estocada en todo lo alto, entre los aplausos y el griterío del público, premiándole con las dos orejas y el rabo en su triunfo merecido. También causó sensación en la Maestranza sevillana lidiando un burraco inolvidable.
Ahora por esas casualidades de la vida he sabido que Pedro Luis Cabrero sigue por ahí en ese mundo del toro, intentando abrirse camino, aunque ya la edad ni quiere ni puede perdonar un momento la condición física y artística. Pero es posible que le veamos desplegar de nuevo su muleta ante las astas de un toro porque es seguro que él no quiere perderse todavía entre las sombras, sin saber bien lo que quiere y sin demostrárselo al público aficionado.
Pedro Luis, Torero del Tiemblo, efímero destello en la penumbra, es mi deseo que la nueva soledad hecha de luces se abra otra vez al fulgor de llamas que deslumbre cada tarde. Ánimo, Pedrito.
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