Extraordinaria corrida de toros la lidiada por Moisés Fraile del hierro de El PIlar en Guijuelo la tarde de San Roque. Toros bien presentados, con trapío, peso y hechuras que pelearon en el caballo y que fueron aplaudidos en el arrastre los corridos en 2º, 3º y 5º lugar siendo además el 6º premiado con el pañuelo azul por su raza, acometividad y bravura. La terna que pechó con esta corrida estaba conformada por Enrique Ponce, silencio y silencio, roto con aplausos de reconocimiento de despedida; Miguel Ángel Perera, dos orejas y oreja y Pedro Gutiérrez, «El Capea», oreja y dos orejas.
Tras el paseíllo que comenzó con la interpretación del Himno Nacional, respetuosamente escuchado por el público puesto en pie, mientras los agentes uniformados de la Guardia Civil en el callejón ni se molestaron en saludar como es preceptivo, le regalaron a Enrique Ponce un jamón de Guijuelo, la marca única y singular por la que a este pueblo de Salamanca se le conoce en el trabajo en pro del producto chacinero. El caso es que Enrique Ponce recibió el jamón y luego no tuvo su tarde en el cuidado coso de la localidad salmantina. Pues a su primero ni lo quiso ver pese a ser «nuevo en esta plaza«, al pisar su albero por primera vez en su vida profesional, mientras que al segundo le sacó un par de series más o menos dispuestas y templadas, aunque después, el pico y la ventaja fueron la nota dominante de este diestro al que sobra calidad y torería para tener que ir por los pueblos haciendo caja en detrimento de otros compañeros de menor categoría en el escalafón.
Lo de Ponce hoy en Guijuelo ha sido un fiasco en toda la regla, un golpe en la línea de flotación de ese formidable trasatlántico que es el torero de Chivas, aunque en su descargo habría que apuntarle la falta de rodaje después de su grave lesión. Ni un natural, pues cuando lo intentó ante el que abrió plaza y se le venció en colada traicionera, el torero se llamó a andana e hizo mutis por el foro. Ante el cuarto le propinó dos series de temple pero la faena fue a menos citando excesivamente con el pico. Una estocada caída y trasera además de cuatro golpes de verduguillo. Un aviso. «Dadle otro jamón» le grita un chusco desde el tendido. Silencio al acabar su faena. El público le obligó a saludar, correspondiendo el torero con cara de pocos amigos y haciéndolo desde el tercio.
Miguel Ángel Perera, obsequiado por un Presidente de la corrida que se pasó el reglamento taurino de la Comunidad por el forro de sus caprichos y decisiones, fue premiado con dos orejas de un toro, segundo de la tarde, bravo, al que Perera dejó crudo con un picotazo, luciéndose en el quite por chicuelinas a pies juntos muy aplaudidas. El toro, noble con la fuerza justita, se cae varias veces cuando el de la Puebla le baja la mano, recibiendo un pisotón del burel que le produjo rictus de dolor ostensible. La faena fue brindada al público y la terminó con estocada casi entera, perpendicular y algo atravesada, recibiendo un aviso. Precisó un golpe de descabello y le dieron una oreja y otra más. Dos. ¡Qué barbaridad!. Sin embargo ante el quinto, el más cuajado del encierro de El Pilar, al que Ambel le colocó un par de banderillas en todo lo alto, ahí sí que toreó bien el de la Puebla del Prior, con temple, espaciosidad, verdad, cruzándose, lento, dominador con muy suaves y templados muletazos. Pinchazo sin soltar y estocada entera desprendida un pelo. Una oreja y arrepentimiento del Presidente de la corrida para no conceder la segunda.
Y digo lo del Presidente porque cambió el tercio de banderillas con las dos primeras pasadas de los subalternos, por aquello de que quedaban prendidos cuatro rehiletes en el lomo del toro, obviando las tres reglamentarias. Pero, cuando le tocó el torno al subalterno local que iba en la cuadrilla del Capea, en el tercero de la tarde, le permitió colocar otro par pese a que estaba ya cambiado el tercio por aquello de ser de casa. En fin…
Y Pedro «El Capea» que tuvo en sus manos el mejor de los pilares para garantizar una faena de entrega, lucha y poderío. El toro, último de la corrida, era una lumbre, un volcán en erupción, un animal en movimiento entregado, continuo, enrazado. Con él se fajó el hijo de El Niño de la Capea, sudando tinta de valentía, ganas y hechuras y logró los más emocionantes momentos de la tarde, poniendo a la plaza en pie. Y eso que ante el tercero El Capea anduvo digno pese a recibir un achuchón sin consecuencias al citar por la izquierda. Lo mejor las tres bernardinas finales muy entregadas. Lo despachó de pinchazo y estocada entera, recibiendo del palco una oreja.
Creo que la tarde de hoy en Guijuelo ha sido extraordinaria por haber visto los toros de Moisés Fraile que han recuperado su raza, acometividad, fortaleza y bravura, algo perdida en otras apariciones. Se ve que el trabajo ganadero es importante y la satisfacción esta tarde de los Fraile, padre e hijo, cuando todos les felicitaban al final del festejo, era notoria y agradecida. Y además la excelente organización del festejo a cargo del equipo que comanda José Ignacio Cascón, donde hasta los areneros detienen su labor cuando el torero saluda al respetable, conservando un rito respetuoso y obligado hacia los toreros.
Por lo demás dos cuñados felices y sonrientes salieron a hombros con tres orejas cada uno por la puerta grande de Guijuelo, mientras Ponce lo hacía andando pero con un jamón con chorreras en su esportón.
FICHA DE LA CORRIDA.
Corrida de toros, segunda de la feria de Guijuelo. Lleno.
Seis toros de El Pilar, bravos y nobles, bien presentados, cuatro de ellos aplaudidos en el arrastre y el sexto premiado con el pañuelo azul para
Enrique Ponce, silencio y saludos.
Miguel Ángel Perera, dos orejas y una oreja.
Pedro Gutiérrez «El Capea», oreja y dos orejas.
FOTOGRAFÍAS: José FERMÍN Rodríguez
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