Y mira que soplaba Eolo como si se le hubieran hinchado los carrillos para, a destajo, deslucir la corrida de esta tarde en Palencia, pues el viento por un lado, la flojedad de los toros por otra y las escasas ganas de los espectadores que mostraron su desagrado con silbidos cuando el portador de la tablilla con el peso salía al ruedo para anunciar los toros. Los papeluchos iban de un lado a otro mecidos por el viento y los diestros hicieron cuanto estuvo en su mano por resaltar las faenas que, a la postre, no tuvieron la profundidad que todos esperaban.
Es cierto que el cartel parecía rematado con Javier Castaño, Fandiño y David Mora, una terna en estado de gracia en estos momentos de la temporada, pero nadie daba que los ejemplares traídos desde Jaén desde la ganadería de Sancho Dávila resultaran tan flojos y sin fuerza como de tipo y presentación mejorable, a juzgar por el resultado, dos de ellos pitados en el arrastre. Quizás el toro último de la tarde de Antonio Bañuelos, por aquello del frío, resultó de lo mejorcito del encierro, muy bien entendido por Mora y al que su disposición, poderío y ganas le dieron la merecida oreja que le permitió salir por la puerta grande de los Campos góticos.
Hasta dejó de cumplirse el dicho de «no hay quinto malo» pues el inválido titular fue enviado a los corrales tras un juego de pañuelos de la Presidencia más propio de prestidigitador, al exhibir el pañuelo blanco para cambiar el tercio y acto seguido sacar el verde para enviar el toro al corral, con un visto y no visto de poca profesionalidad. El toro se metió en el toril sin dilación y sin que aparecieran ni tan siquiera los cabestros en el ruedo.
Y vamos a la corrida en sí, seguida por un cuarto de plaza.
Abrió la corrida Javier Castaño que está muy valiente en todos los tiempos de su faena, pero no sé qué sucede últimamente que muchos diestros se tiran a matar recibiendo al morlaco, pese a lo parado que estaba contraviniendo la lógica y, claro, el error se produce al dejar la estocada demasiado perpendicular y precisar el descabello para despachar al toro. En la lidia fue aplaudido merecidamente por dos pares de banderillas realizando la suerte con galanura y clavando arriba David Adalid, siendo obligado a desmonterarse y saludar al respetable que le ovacionó fuertemente.En el segundo de su lote, Castaño pidió el cambio con una suave entrada al caballo y un puyacito, pidió el cambio con solo dos entradas en banderillas y cambió de actitud en la primera de su lidia. Todo cambiado como los terrenos al toro al echarse de rodillas para empezar la faena. Estuvo entregado en algunas fases, demasiado encima de la res, como si precisara que le llamaran valiente cuando Castaño no lo necesita, pues todos sabemos que lo es. Con la estocada por no pasar en falso, le propinó media a toro arrancado y, una vez perfilado de nuevo, estocada entera haciendo bien la suerte y recibiendo una oreja del ejemplar.
Fandiño el hombre lo intentó con su lote imposible, aburrido e inválido. Para mí lo mejor estuvo en su primero en una tanda por el pitón izquierdo muy lograda. Con los aceros estuvo en plan pinchauvas recibiendo un aviso del usía. En el quinto sobrero de la ganadería titular, lo intentó. Una fea estocada que hizo guardia y de nuevo el silencio de la concurrencia le arropó en el frío de la tarde. Sobró la acción de su peón de confianza Pedro Lara al presionar en falso metisaca y empujar el acero clavado en el toro.
David Mora a la postre fue el triunfador de la tarde, al cortar una oreja a cada uno de los de su lote. Con el capote nos obsequió con un quite por chicuelinas y el remate con la media . Bien Mora al principio de la faena, valiente y dominador. La estocada y la oreja vino por añadidura. En ambos toros, David Mora estuvo poderoso, placeado, en forma, con disposición para el triunfo que le fue otorgado cuando dobló el de Bañuelos que cerraba corrida.
En resumen, una corrida fría como la tarde, salvo unas pinceladas a cargo de David Mora y un público palentino excepcional, animoso y deportivo que no armó la marimorena pese al arranque de silbidos cuando aparecían las tablillas con el peso de los toros y su comportamiento posterior de escasa bravura, fuerza y acometividad. Se ve que los fríos de Castilla constiparon a los toros andaluces de Sancho Dávila, acatarrándoles y no dejándoles embestir con fuerzas.
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