Nuevos nombres y nuevas personas de la tierra se van incorporando, poco a poco, al oficio de la tauromaquia en sus distintos aspectos. Uno de ellos, el de picador, jinete que aunque en las corridas de toros cada vez está siendo rechazado por bastante más público que le vocifera en cuanto levanta su garrocha y cita al toro para colocarle el puyazo, casi, casi se encuentra en vías de extinción como muchas otras cosas. Por eso siempre resulta cuando menos agradable poder contemplar que sigue habiendo personas que abren su profesión taurina a este modo de aplicar una suerte fundamental en el toreo, dedicándose al oficio de picador de toros.
En nuestra tierra hay personajes que hacen de esta suerte un auténtico espectáculo de poderío, buen hacer y belleza: Ahí están sin ir más lejos Pedro Iturralde o Rafael y Titi Agudo. Y entre ese abanico de buenos picadores aparece uno natural de Tordesillas, muy joven tal vez el benjamín en estos momentos, que se llama Javier Bastida del Campo y que entró en este mundillo debutando en Tudela de Duero, a donde acudió su padre Jesús, tristemente fallecido en la flor de la vida, ilusionado y orgulloso por la decisión de su hijo Javi y para verlo actuar. Luego, con el tiempo, vendría su presentación en las Ventas de Madrid realizando dignamente la suerte de picar y en otras plazas actuando en la cuadrilla de Pablito Santana.
En los bolsines, en los certámenes de tentaderos y en las tientas en diversas ganaderías lo hemos visto y allí está Javi Bastida para ejercer su profesión de picador en cuanto puede y le llaman.
En la fotografía de Fermín Rodríguez, hecha el año pasado, aparece a lomos de su caballo el bueno de Javi cobijado bajo un paraguas mientras ejercía su oficio de picar en el Bolsín zamorano, cuya final se llevó a efecto en Toro, porque la lluvia se cebó en el recinto taurino más singular que tiene la ciudad de doña Elvira cuando los aspirantes a novilleros toreaban las reses de su lote. Y además este año ha vuelto a repetir, llamado por los organizadores del foro zamorano, en todos los sitios en donde se celebraron eliminatorias. Por ejemplo, le vimos picar con auténtica maestría en Fuentesaúco en una de las semifinales las eralas de Santa María de los Caballeros y por supuesto las santacolomas de José Luis Mayoral en la final.
Y como buen aficionado también acude al tendido a ver a los compañeros de profesión y aprender de ellos cómo realizan la suerte, cómo manejan el caballo y cómo salen airosos del trance para ejercer con bien la suerte de picar. No es extraño, pues, reconocerle en la plaza atento, sin perder ápice, de cuanto realizan sus propios colegas, hermanos de castoreño.
Javier Bastida del Campo, un jinete joven de Tordesillas que está pidiendo y abriéndose paso en esta profesión como picador de toros, suficientemente preparado, entregado a su oficio y conocedor de la suerte de varas en toda su grandeza y dimensión y que ha entrado ya en la nómina de picadores con una proyección muy importante para verlo actuar, echar el palo con gracia y soltura y clavar en lo alto del morrillo al toro, reviviendo aquella grandeza de los antiguos picadores españoles que alcanzaron casi, casi la inmortalidad en los anales taurinos. ¡Suerte, Javi!.
Foto: Fermín Rodríguez
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