José María Manzanares alcanzó merecidamente el triunfo de la puerta grande en Valladolid al cortar tres orejas al lote que le correspondió, dos ejemplares de Núñez del Cuvillo con cierta embestida larga. Gusto y torería en esas pinceladas de arte desarrolladas por el alicantino ante algo más de media plaza aposentada en el coso del paseo de Zorrilla que reconoció el mérito, el esfuerzo y el buen gusto puesto en el albero vallisoletano premiándole con dos orejas del «trampillo» que cerraba tarde y corrida justo cuando el Valladolid se iba prácticamente a segunda división.
Los otros dos compañeros de terna, Ponce y El Fandi, casi ni tuvieron opción ante la falta de raza de los sosotes cuvillos que les tocaron en suerte. Tan solo Ponce por aquello del cariño y aprecio que se le tiene en Valladolid fue premiado con una orejita del jabonero, tras una faena algo más comprometida que con el que abrió plaza. Esta ante el jabonero, que hacía cuarto de la tarde, fue hecha para él, con pausa, con esmero, poniendo de sí mismo cuanto había y sacando como zahorí de un pozo con escasa agua brava. Pero en fin así son las cosas de los toros y del toreo.
Y vamos con el relato de la corrida de esta tarde en la que los tendidos de sol presentaban un desangelado aspecto y los de sombra bastante esponjado de público, eso sí animoso, respetuoso, deseoso del triunfo de los toreros que salvo Manzanares se estrellaron contra un muro por falta de raza de los de Núñez del Cuvillo. Presidió la corrida Félix Feliz, asesorado por Cachichi, desde el palco vallisoletano, quien premió con generosidad tanto a Ponce en el cuarto como a Manzanares en el tercero.
Abrió plaza el de Chivas, Erique Ponce, para despachar al ejemplar que, tras romperse la vaina del pitón contra un burladero, achuchó en banderillas al subalterno Emilio Fernández. «Tranquilo, Emilio», le dijimos al lanzar con brío al callejón la banderilla que no pudo colocar en el lomo del animal. «Tranquilo?- respondió-. Este cabrón te coge y te desarma».
El maestro brindó al ex ministro Michavila que se encontraba junto a su compañero Ángel Acebes ocupando un sitio del callejón. Pese a intentarlo, el toro embestía rebrincado, aunque le dio una serie de cierto mérito. No pudo estoquear al ejemplar a la primera, pinchando dos veces y recibiendo un recado en forma de aviso, antes de lograr la media que acabó con el colorado, recibiendo aplausos a los que correspondió saludando desde el tercio.
En su segundo, Ponce brindó al público, dispuesto a compensar a la parroquia vallisoletana mientras Jorge Manrique le jaleaba la faena con el «soba, soba» y ánimos que le salían sinceros. Sin embargo, Ponce hizo una faena para sí mismo más que para los espectadores, acabando con una estocada con derrame, y recibiendo una oreja que paseó triunfal por el anillo.
El Fandi lidió a un «licenciado» dándole dos largas de rodillas y un remate airoso con el capote. Tras el picotazo banderilleó con la agilidad que le caracteriza, recibiendo los aplausos del público. Empezó su faena de rodillas con el toro que iba largo, pero por aquello de arrancarle una banderilla que le molestaba, el caso es que fue a menos hasta entrar a matar, atracándose de toro, recibiendo un aviso y la ovación del público.
Luego con el «aguador» que hizo quinto, por aquello del dicho, que se tapó los lomos con el capote del diestro, llevándolo como albarda de colores, hasta el centro del ruedo. Le puso tres pares de banderillas y uno más de regalo, dañándose el toro en el primero, quebrándose y cayendo de forma estrepitosa sobre el albero, de tal forma que el animal acabó de embestir. Una estocada trasera y los pitos al toro despidieron la concurrencia de David Fandila en Valladolid.
Pero llegó Manzanares quien estuvo con ganas y aseado en el primero de su lote, un toro que hirió propinando a Luis Blázquez una cornadita «chiquita» envainada en la pierna derecha del subalterno cuando le intentaba apuntillar. El animal tiró el derrote alargando el pescuezo y cazó a Blázquez en la pantorrilla derecha. En este toro Manzanares estuvo dando ciertas pinceladas de su arte, sin romper, marcando los tiempos y enseñando su concepto de torero, manifestado en la suerte suprema y la agilidad para propinarla, al ver que el animal se rajaba tras tres trincherillas de remate muy bonitas.
Y en el último, la guinda a este pastel que parecía iba a transcurrir como un pan sin sal, saltó la emoción, las ganas, la torería, el sentido práctico, el esfuerzo y la belleza con un muleta en la mano de este torero alicantino dotado por la gracia divina de un arte espectacular y único. El toro tenía una embestida de calidad y su matador dándole el sitio, la pausa y el temple precisos, supo componer una sinfonía bella y aplaudida del arte de torear. Concluyó con una estocada recibiendo, muy efectiva, impactante, que desató la algarabía en los tendidos, poblándose de pañuelos y pidiendo la oreja para el diestro. La Presidencia, con buen criterio, le otorgó las dos y ganó, por su gracia, la puerta grande de Valladolid, siendo aclamado.
En resumen, poco público en la plaza para la importancia de un cartel de toreros, no así de toros que con una varita sin muchas apreturas, fueron lidiados con motivo de las Fiestas patronales de San Pedro Regalado, en tarde de sol y paz, y muchos jóvenes que acudieron a ver al Coso del Paseo Zorrilla el triunfo de José María Manzanares, vestido de gris perla y oro y parcheado de tiras terapéuticas en el cuello, brazo y mano. Eso y los bellos sones del pasodoble interpretados por la fenomenal banda de música de Íscar, fue si cabe una de las mejores noticias.
Fotos: José SALVADOR
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