Plasencia celebra a su patrona la Virgen del Puerto que además está declarada alcaldesa honoraria de la localidad. Sin embargo espera varios días, los de un mes, a que maduren las cerezas del fértil valle del Jerte y dedicar unas jornadas a la holganza y a la fiesta de toros. Importante la feria taurina desde antiguo que llegó a tener durante toda la semana de fiestas, programadas corridas de toros a las que acudían los aficionados abarrotando tendidos y andanadas, llegados especialmente de la vecina Salamanca, sitio en donde tanta afición y conocimiento hay por la Tauromaquia. Y hoy en día, como los tiempos adelantan que es una barbaridad, las piedras del graderío quedan al aire, sin antifonario que las cubra porque ya no hay espectadores.
Tal sucedió la tarde en la que se abría la feria con la corrida de Guadalmena para los diestros Juan Bautista (ovación y una oreja); Javier Castaño (Ovación y aplausos) y Morenito de Aranda (Ovación y aplausos). Los toros jienenses de Guadalmena flojos y nobles en general no fueron un dechado de virtud y movilidad pues llegaron desfondados al último tercio y eso que, excepto el sexto, todos se fueron con una vara en su morrillo, siempre medida. Incluso al quinto de la tarde ni tan siquiera le penetraron las cuerdas en su pelota. Tan solo el que cerraba corrida fue picado con ganas por el varilarguero, al acudir con alegría al caballo. Un cuarto escaso de plaza y temperatura fresquita, pues antes del festejo cayó un chaparrón tormentoso acompañado de granizo sobre la ciudad.


Habíamos ido a Plasencia con toda la ilusión del mundo a ver la primera de las corridas que pone en marcha la empresa de los Hermanos Hebrero, Eventauro, bien es verdad que con las ganas de apreciar, entre otras cosas, también las cerezas de Plasencia que disputan con las guindas de Toro la dulzura de su pulpa. Pero en esta ocasión, las tormentas han hecho mella en el campo Plasentino destruyendo y deteriorando gran parte de la cosecha anual. Ello unido a la crisis, a la situación económica y a los bolsillos vacíos desamparó la taquilla, produciendo que la cuenta de resultados empresarial no sea ni mucho menos cumplidora con el gasto y la inversión realizada. Pero así son las cosas.
Pero dejémonos de aleluyas y vayamos al festejo en sí donde tres toreros, bregados, valerosos y con ganas de ascender en el escalafón acudían a Plasencia a mostrar su deseo taurino, su arte y su torería ante los espectadores. A la postre, quien resultó mejor parado fue el francés Juan Bautista que estuvo valentísimo en varios de los momentos de la lidia, pero que al primero lo despachó de una estocada que hizo guardia, por lo que perdió la oreja que seguramente le habrían concedido. Aprovechó la ocasión con el segundo de su lote, que arreó de lo lindo, aunque con nobleza. Lo había recibido Juan de rodillas en el mismo tercio y su faena de muleta tuvo cierta emoción. Tras la estocada y golpe de descabello recibió la oreja.
Javier Castaño que lleva con él a la cuadrilla del arte a la que el público ovacionó tras el tercio de banderillas, obligándola a desmonterarse, se dejó rozar la pierna por el pitón del toro en un alarde de seguridad y valor. Hasta sonaba el cuerno contra los alamares de la tela del traje de cerca que se lo pasó. Parecía como si su pierna fuera el límite, un poste, que detenía al toro en su embestida. Sin embargo Javier no acertó en ninguno de los de su lote con el acero por lo que perdió los trofeos.

Y Morenito de Aranda pechó con el peor lote. El primero rajadito, más cuajado que sus hermanos anteriores, y con poca fuerza, en cuanto fue sometido por el torero burgalés; tuvo mucha aspereza que acusó en extremo al ser sometido, no favoreciendo en absoluto el lucimiento del diestro. En el que cerraba plaza y que brindó al público empezó estirándose y conjuntando la muleta con la embestida del toro. Pero a medida que iba avanzando la faena, el toro se fue apagando como una candelica que se quedara sin luz, sin fuerza y sin ganas, dando cabezazos para quitarse de en medio la tela. Lo despachó de una estocada contraria tras pinchar. Y ya que era el cierre, la tarde caída y el fresquito propiciaba la desbandada y la salida, los pocos espectadores que quedaron le ovacionaron fuertemente por su labor.


Y poco más que contar de este primer festejo de la feria de Plasencia al que no acudió el público como en otras ocasiones. Unos porque se han estropeado las cerezas, otros porque no hay emoción y los más porque tenemos el bolsillo y la cartera con telarañas. ¡Otra vez será!
Fotos: Jesús López
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