La belleza del sentimiento y la hondura en el quehacer torero de un diestro como Enrique Ponce, maestro cátedra del toreo moderno, fue puesto en escena por el de Chiva ante un toro bravo, premiado con el pañuelo azul, de Moreno Miranda en la corrida de esta feria de Santander. Increíble la conjunción armónica del vaivén de su muleta mientras la banda de música interpretaba el tema de «la misión» y el toro esperaba a que el valenciano le diera el toque preciso a su muñeca para embestir embebido, entre la admiración y los olés del público.
Al menos fue diferente, con un matiz emocional bello y artístico, premiado con las dos orejas de un «bendecidito» cinqueño y tostado criado por Miguel Ángel Martínez, el mayoral de la ganadería de Miranda y Moreno.
Instantes inolvidables los protagonizados por este afamado diestro que en su madurez sigue dando fruto abundante cada tarde, en cada plaza, en cada localidad en donde actúa.
Con un casi lleno en los tendidos empezó la corrida en tarde nublada y nubosa, con una mañana que había dejado lluvia calabobos por el recinto de Cuatrocaminos, pero que cesó al mediodía y ya no rompería la animosa tarde de toros, cuyo paseíllo arrancó a los sones del pasodoble Roca Rey, compuesto por José González García, interpretado por la banda de Música dirigida por Vicente Pelechano.
Con Ponce, la terna se completó con Juan del Álamo, el salmantino, que intentó con su mejor voluntad en dos largas faenas abrir el libro del triunfo, si conseguirlo y el peruano Andrés Roca Rey que falló con los aceros pero que dejó su poso de tranquilidad, poderío e increíble forma de pisar los terrenos del toro en cites asombrosamente cercanos al riesgo.
Cuando la plaza puesta en pie prácticamente, tras doblar el cuarto de la tarde, y gritar a Ponce: «torero, torero», mostró su condescendencia, Enrique se emocionó y tocándose el corazón dio las gracias desde el centro del platillo, saludando con efusividad y plasmación de sentimiento mutuo entre su público de Santander y esta plaza en la que tantos años ha sido respetado, su forma de torear ha traido gloria y conjunción para ambas partes. La arena negra del Coso Cántabro se volvió por unos instantes brillante, al aparecer además los rayos de sol que iluminaron la grandeza de este torero soñador.
foto: José FERMIN Rodríguez/archivo Federacion taurina Valladolid
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