Esta esfera metálica, de sonido dulce y agradable, que llevan los caballos del tiro de mulillas en los toros, y producen un sonido característico, inconfundible cuando se efectúa el arrastre de las reses en todas las plazas. Me viene a la memoria ahora el sonido muy especialmente significativo de las Ventas de Madrid. Sirve de adorno en los lomos de las caballerías para mantener una tradición de su origen primitivo: Un dije, una baratija encantada que servía desde antiguo para ahuyentar las serpientes que acechasen en el campo a los animales o para espantar los demonios.
Todos los tiros de mulillas encargados del arrastre llevan los cascabeles y su sonido nos trae evocación de gratos recuerdos, momentos bellos de la lidia y la llevanza al desolladero del toro que ya ha cumplido en la lidia ante su matador.
Los tiros de carruajes, los caballos, perros, algunas vacas, las mojigangas, payasos o personajes grotescos llevaban cascabeles de lo más variado para producir ese sonido tan incardinado dentro de quienes acuden a los toros, como de cuantos participan y oyen la percusión de la bolita con el latón, la alpaca, el acero inoxidable, el cobre y el bronce, materiales con los que se construyen los cascabeles.
En la fotografía que hoy nos sirve de comentario, el lomo de los caballos percherones de un tiro de arrastre, con la estampa de Nuestra Señora en el manteo que cubre las ancas de los jacos, con los cascabeles que darán la tonalidad inconfundible al momento de salir a la plaza e iniciar el movimiento, cobija y explica el lugar, el sitio donde se colocan esas esferas metálicas llenas de sonido tan característico.
Hay muchas veces que las sociedades practican ritos sin que sepamos muy bien por qué se hacen de la forma en que hoy los vemos, una liturgia, una obra del pueblo en una palabra. De ahí que la tauromaquia, una de las ceremonias más íntimas y atrayentes de nuestro tiempo, aún conserve entre sus connotaciones aspectos que sobrepasan más de una vez el conocimiento frío de quien no se integra en su mundo y en su rito de celebración.
Por tanto, que suenen los cascabeles en los toros, síntoma de alegría más que de amuleto para el mal de ojo, lanzando al aire de las plazas el agudo sonido cascabelero como forma y talante más que evidente que todavía las cosas pequeñas siguen teniendo su liturgia, su importancia y su arraigo entre todas aquellas personas que gustan de la fiesta de toros.
Fotografía: José Fermín Rodríguez.
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