La Junta de Castilla y León, a través de la figura de su Delegado Territorial Mariano Gredilla Fontaneda, pide a todos los participantes, aficionados y organizadores de los festejos taurinos populares que extremen las medidas de vigilancia y precaución ante los festejos taurinos de nuestros pueblos.
Cuando estaba a punto de terminar el serial taurino de la temporada en Valladolid ha surgido un desgraciado incidente habido en Traspinedo, con motivo de su fiesta taurina de San Martín, en el que perdió la vida el vecino Ciriaco González, de 60 años, al ser corneado por uno de los astados lidiados. Por eso, bueno es recordar, discutir, pensar y adoptar las medidas más idóneas, ahora que llega el período de reflexión, sobre todo entre autoridades, responsables y especialmente por esa ingente muchedumbre de personas que se desplazan, que nos desplazamos, a los pueblos en fiestas para ver correr los toros, participar en los encierros, capeas y probadillas y suelta de reses para regocijo de la afición.
El Delegado Territorial de la Junta con muy buen criterio, a nuestro juicio, ha realizado unas declaraciones ponderadas, atinadas, clarificadoras y oportunas, pidiendo tomar todas las precauciones necesarias ante los festejos taurinos que entrañan un riesgo y a la vez explicar a todos que en las tres poblaciones en las que ha habido muertos por asta de toro- Peñafiel, Mojados y ahora Traspinedo- se cumplía con todos los requisitos de seguridad, sin haberse detectado ninguna anomalía al respecto.
La verdad es que los espectáculos taurinos suponen indudablemente un riesgo para cuantos participan en él. Quienes intervienen directamente cortando, citando, toreando a los toros en las plazas o calles echan los dados de su suerte a la vida o la muerte en los lances arriesgados, quiebros y burla del animal por la satisfacción personal, íntima y propia de cada cual.
También los que miran desde las talanqueras, citan, llaman, se emocionan con la pujanza y ardor de un toro y tienen un riesgo algo menor, aunque existe el peligro latente también si remata en donde están atalancados. Un toro siempre tiene peligro: acomete, cornea, coge, hiere o mata. No es un animal doméstico que va a ir o venir por donde quiera el hombre. Es un animal bravo, noble bruto, fuerte, rápido y pujante capaz de sucesos inverosímiles como pueden contarse en todos los anales de la tauromaquia, cuyas astas pueden causar heridas en un instante, en un segundo, en un momento de distracción del personal, por autoconfianza, por no calcular el encuentro, por no medir o no estar pendiente del lance.
Está claro que por participar directamente tal y como lo hacían todos y cada uno de los tres aficionados fallecidos en Peñafiel, Mojados y Traspinedo, (Julio García; Hipólito Cubero y Ciriaco González) tuvieron que pagar con su vida -un precio demasiado alto para casi todos- por haber estado en el sitio menos oportuno y en el instante en que un toro bravo acometió al lugar en donde ellos estaban, y coincidiendo trágicamente con él. Pero ellos estaban allí libremente porque lo sentían, porque les agradaba paladear el riesgo y disfrutaban con algo gustoso y apetecible para ellos: El juego del hombre con el toro.
Es verdad que ningún Ayuntamiento que programa festejos taurinos en sus fiestas patronales desea que conste y aparezca en su acta de sesiones reflejado el pesar y el sentimiento de su Corporación y Pueblo por la muerte de un hombre ante las astas de un toro, -como tampoco por cualquier otra circunstancia nefasta y adversa-, pero si se produce hay que tomarlo con serenidad, entereza y equilibrio. Tal como es la vida con luces y sombras.
En resumen, extremar la vigilancia, tomar precauciones y adoptar las medidas de seguridad precisas con carácter personal cuando se acude a donde se corren toros, porque las generales, sanitarias y comunes se encuentran adoptadas, reguladas y reflejadas ya en el Reglamento general Taurino siendo suficientes, taxativas y claras. Aunar lo individual y lo común. Ahí radica también la verdad y la libertad personal de la fiesta de toros. Y eso lo ha dejado claro y muy bien dicho, Mariano Gredilla.
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