Traigo en este reportaje breve los momentos, a veces difíciles y complicados que deben pasar en el palco presidencial de una corrida de toros los encargados de regular la lidia, marcando los tiempos y decidiendo o no la entrega de trofeos a los toreros que, no se olvide, son ellos quienes arriesgan su barriga.
Estar en el palco no sólo significa lucimiento y categoría, que también. Sino y sobre todo, un aficionado que conoce los entresijos de la lidia y que trata de solventar de la mejor forma posible su actividad presidencial y coordinadora desde que empieza la recepción de los animales y el enchiqueramiento mañanero hasta el cierre con la firma del acta de término y finalización del festejo.
Aquí en la fotografía capté a uno de ellos hablando con el alguacilillo, en este caso alguacililla de plaza, dándole las instrucciones precisas, claras y pertinentes de su función. Se trata de quien fuera novillero fino y puntiagudo en los años 60, Rafael San José, el farmacéutico de Toro, hoy jubilado de su función profesional y dedicado a estos menesteres de seguir con interés y conocimiento los festejos taurinos de cada temporada.
Rafael, un hombre afable y campechano, como otros muchos presidentes que conozco y de los que me honro con su amistad: Félix Feliz en Valladolid; Domingo Nieto en Arévalo; José Luis García en Segovia; David Colinas en Roa; Pedro Casares en Medina; Chema Rueda en Íscar o Javier Fernández en Pedrajas… Todos ellos llevan en la sangre el venenillo de la afición y de la causa taurina, de la protección del festejo y de la equidad en premios y censuras a los diestros. Bien es verdad que para cuantos tienen alguna relación más directa con un torero, los premios parecerán cortos siempre y los castigos excesivos y rigurosos.
Antes de seguir constatar un hecho que venimos observando toda esta temporada, desde su arranque allá por San Blas en Valdemorillo. Y es las chiflas, las voces y las peticiones ostentosas de oreja por parte de los subalternos de las cuadrillas toreras. Tapándose la boca, en un gesto ostensible de esconder el agudo silbido, enervando al público para que así pida con más fuerza el trofeo, produce cierto desdoro vergonzante esa actitud, explicable por el interés particular pero alejada de toda mesura y comportamiento digno. En Toro, la Presidencia de la corrida llamó la atención a un subalterno por esos gestos, ruidos y voces destempladas pidiendo la oreja para su torero y el subalterno, mirando al palco se encogía de hombros negando que él fuera causante de dicha actitud.
En fin, que la labor del presidente de la corrida, casi siempre ingrata en algunos momentos, es imprescindible para regular la marcha del festejo. Bien es verdad que la cicatería o la magnanimidad como en los viejos profesores de la universidad cuando te examinaban con pruebas orales, se da más en unos que en otros por su propia naturaleza. Hay que tener mucho aguante para recibir la chifla y a veces la bronca merecida, agria y acojonante, y seguir sentado, sereno, tranquilo e indiferente en un palco de la Presidencia de una plaza de toros.
Los cursos de Presidentes de plaza convocados y realizados por el organismo competente son necesarios. La instrucción, imprescindible, pues dos virtudes son necesarias e innatas a todo Presidente, la afición y la formación. A ellos, pues, el reconocimiento sincero de aficionado.
Gonzalo Ramos Aranda dice
Les comparto mi poema, inspirado en la plena injusticia . . .
JUSTO . . . EN LAS VENTAS
“La justicia dio revés, . . . quítenle la toga al Juez.”
Anda, . . . Joselito Adame,
anda, . . . tu grandeza dame,
con un toro de reserva,
tauromaquia se preserva.
Tarde triste, tarde aciaga,
tarde que el ánimo apaga,
por más que luchas e intentas,
hay injusticia en Las Ventas.
Fiesta taurina en España,
que la necedad empaña,
un fallo contra corriente,
de lo que pide la gente.
Pañuelos, presagio, dicha,
la realidad cruel desdicha,
el triunfo en tu patrimonio,
se te apareció el demonio.
San Isidro Labrador,
solo te pido un favor,
pese a que Usía sea «jumento»,
que se aprenda el reglamento.
No quiero llamarle robo
a la insensatez de un bobo,
aunque hay gran equivalencia,
fue un despojo sin violencia.
Presidente, Justo Polo,
juzgó con injusto dolo,
decidió negarte oreja,
mas tu entereza no ceja.
Me quito ante ti el sombrero,
pa’ mí que el Juez fue el sobrero;
en las peores contingencias,
las mayores excelencias.
Hay arte que no se mancha,
muy pronto tendrás revancha,
joven torero, arrojado, . . .
vendrá el momento soñado.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 14 de mayo del 2014
Dedicado a mi querido tío, Don José Luis Galván Ribera (QEPD) y a Tlaxcala Brava
Reg. SEP Indautor (en trámite)