Estuve una vez más en Tordesillas, con mi mujer, Fátima, a las Ferias y Fiestas de la Peña 2016. Este año con la diferencia de que ya sabía que el gobierno de Castilla-León había publicado una ley prohibiendo la muerte de toros bravos en festejos de tauromaquia popular, lo que resulta de la cobardía de no decir sencillamente lo que querían: Prohibir el grandioso Torneo del Toro de la Vega.
En estas notas no quiero pasar la raya de lo sucedido en Tordesillas, ni discutir interesantes tópicos suscitados por esta ley, como los mecanismos con los que se está instalando una dictadura cultural en nombre de valores anti-humanistas y falsamente civilizados, que olvidan a la naturaleza humana y su entorno ecológico, y se diseminan con el sello de pensamiento “políticamente correcto” y, por lo tanto, tendencialmente único. Los que piensan diferente son considerados “retrasados”, “insensibles”, “anacrónicos”, “salvajes”, incluso “asesinos” o “psicópatas” que sienten placer con el sufrimiento ajeno.
No hay el mínimo intento de comprender la diversidad cultural, de respetar la libertad de cada comunidad, de tolerar la diferencia, mientras esa diversidad y la identidad cultural de esa comunidad en nada colisiona con los derechos de otras personas. Todo al contrario, lo único que está en juego es la ofensa a los derechos culturales practicada por quienes deberían defender -y no atacar- a sus conciudadanos. El pueblo de Tordesillas, además de muy acogedor y alegre, es un pueblo de coraje. Principalmente los que se identifican con el Patronato del Toro de la Vega y participaron en una gran manifestación en contra de la prohibición del Torneo y a favor de los derechos culturales de Tordesillas a vivir su Fiesta en plenitud y sin castrarse. Este año sintieron muy duramente la puñalada traicionera que les han dada en el alma, en su orgullo, en lo que es distinto y único, en su patrimonio cultural.
Desde hace mucho tiempo los anti-taurinos persiguen una campaña contra el Torneo del Toro de la Vega. Este año lograron el primero de sus objetivos, que consistía en impedir que el Torneo se realizara: No sucedió la pelea a vida o muerte entre el valeroso lancero que tenga la audacia suficiente y el imponente Toro de la Vega. La campaña de mentiras sistemáticamente transmitidas por todos los medios de comunicación (no hablo de medias verdades o de simples distorsiones de los hechos, sino de completas mentiras producidas por periodistas sin vergüenza) y la cobardía de los miembros del gobierno de Castilla-León y de todos los diputados, de todos los Partidos Políticos del Parlamento Regional, logro alcanzar el efecto prohibicionista y persecutorio pretendido. Muchos medios de comunicación cambiaron su deber de contar la verdad por la mentira y la manipulación de la opinión pública. Los políticos cambiaron sus deberes de defensa de la democracia cultural por el populismo animalista (¿a quienes no les gustan los animales? ¿Qué tiene que ver el Torneo con el sufrimiento animal y con el placer sádico de las personas?), suponiendo, equivocadamente, que así se ganan más votos. Y la democracia cultural perdió.
Estamos viviendo una época rara, en la cual los políticos son valientes cuando actúan contra las pequeñas comunidades de su propio país, mientras son cobardes que doblan la cerviz ante las imposiciones de otros países poderosos, como Alemania. Fue triste ver, una vez más, que la “tauromaquia de montera” se desmarcó de la lucha de pueblos como el de Tordesillas. Creyéndose una cultura superior (en eso coinciden con los animalistas), no comprenden que la Fiesta forma un todo que sólo tiene sentido cuando se manifiesta en toda su diversidad de formas y rituales, donde reside su fuerza. Y también que la tauromaquia institucional tiene en las tauromaquias populares las raíces que la sustentan. Además, salvo raras excepciones como la de Victorino Martin (Hijo), los profesionales de la Fiesta de Toros parece que no comprenden que después de Tordesillas vendrán los ataques a Medinaceli, a Soria, a muchos otros pueblos con tauromaquias populares distintas y luego al espectáculo en Plazas de Toros.
Además, no terminarán ahí, puesto que apuntan más lejos; su objetivo estratégico es imponer un paradigma de vida que nada tiene que ver con lo que somos y queremos ser. Cuando se despierten los incautos puede ser tarde también para ellos. El pueblo de Tordesillas se vio, por supuesto, solo contra todos los enemigos de la fiesta. Lo sucedido me recordó el caso de Barrancos, un pequeño pueblo portugués en la frontera con la provincia de Huelva, situado más cerca del pueblo español de Encinasola que de cualquier otro pueblo portugués. Ahí se mataron toros desde tiempos inmemoriales en capeas organizadas durante las Fiestas principales de la villa, incluso cuando en Portugal estaba prohibida la muerte de toros en público. El ritual sobrevivió porque el pueblo estaba casi olvidado por parte del poder central y los poderes locales estaban comprometidos, o por lo menos toleraban el incumplimiento de la ley. El hecho de que fuera el único sitio en Portugal donde se mataban toros a estoque constituía el “orgullo de Barrancos”.
Cierto día, un canal de televisión transmitió la capea, y los barranqueños creyeron que sería positivo por hacer visible a “su orgullo”; pero el año siguiente, en el 1997, una asociación animalista denunció la situación en un tribunal de Oporto (distante más de 600 Kilómetros), que ordenaría cumplir la ley. Barrancos es un caso muy diferente al de Tordesillas, pero hay aspectos en que podemos comparar los dos procesos.
En primer lugar es de notar que en ambos casos el primer ataque animalista en fuerza fue dirigido contra una manifestación de tauromaquia popular, no controlada por el Gobierno Nacional. El Estado Moderno se caracteriza por el monopolio del uso legítimo de la violencia y por eso tolera de mala gana las manifestaciones que implican alguna violencia si no están estrictamente controladas por sus códigos legales. En la práctica ese fue el único punto común. Todo lo restante fue diferente.
– En Barrancos el Alcalde llamó a toda la población para que se pronunciara sobre qué hacer, y fue el primero en afirmar: “Barrancos resiste”, anunciando así que para impedirles matar los toros del modo tradicional en las fiestas, habría que matarlos a ellos primero. Esa posición movilizó y unió a la población, incluso a los que no les gustaban los toros, he hizo que sintieran la orden del tribunal como una intromisión abusiva sobre la vida local. El liderazgo fue muy fuerte, al contrario de lo sucedido en Tordesillas, donde las autoridades locales aceptaron el ataque y cambiaron el ritual de forma determinante, comunicando sus decisiones a los representantes de las organizaciones asociativas una vez que todo estaba consumado.
Durante años el Alcalde de Barrancos fue amenazado de muerte, extendiendo la amenaza incluso a sus familiares, los cuales no han pasado una sola noche tranquilos en su casa, debido a las diarias amenazas de bomba. En Barrancos los toros se lidiaron como siempre ese año y los cuatro siguientes, durante los cuales el “caso de Barrancos” fue el hecho político y cultural más hablado y discutido en el país.– La determinación del pueblo de Barrancos creó muchas simpatías entre los portugueses. Los indecisos se colocaran en favor del “pueblo pequeño sin poder” pero con mucho valor y determinación, en contra de los poderosos que intentaban imponerles su ley. El argumento cultural en Portugal ganó así muchos adeptos. Hay que notar que desde 1997 hasta 2007 el público de las plazas de toros se incrementó muchísimo, debido a la curiosidad de las gentes que fueron influenciadas por “el caso de Barrancos”.
– Entre las simpatías despertadas estaban las de los intelectuales y artistas que el Alcalde de Barrancos aprovechó para invitar a las fiestas y a otros encuentros en la villa. Luego, esas personas difundieron su apoyo en los medios de comunicación escribiendo y opinando en favor de Barrancos. En Tordesillas, al contrario, el año en que más apoyos se necesitaban no se organizó, como en años anteriores, un Congreso con personalidades de mérito cultural y científico reconocido, los cuales son apoyos disponibles pero no aprovechados.
– La lucha de Barrancos terminó con la intervención del Presidente de la República, promulgando una ley que permite matar toros en Portugal donde haya una tradición comprobada de más de 50 años. Además, durante todo el proceso el pueblo de Barrancos contó con la complicidad del miembro del gobierno responsable del Ministerio de Interior y por lo tanto, con una actuación muy “soft” y a veces favorable de la policía. Eso no pasó en Tordesillas. No sólo no hubo liderazgo político local, tampoco hubo apoyos de políticos y autoridades regionales o nacionales.
El vacío político de apoyo a los derechos culturales necesita ser rápidamente completado. Creo que Tordesillas va a recuperar su fiesta si es capaz de transgredir y contrariar la ley, mostrando que no es aplicable por contrariar la determinación de un pueblo y su voluntad. Para eso necesita demostrar que lo que le están quitando es su alma y que está dispuesto a luchar por seguir con su Fiesta, su orgullo y su identidad.
Las condiciones son muy desfavorables para el valiente pueblo de Tordesillas. Pero salí de allí con la convicción de que queda mucha historia para contar y que, al contrario de lo que han informado los periódicos y la televisión, el 2016 no fue el primer año del Toro de la Pena y 2015 no fue el último año del Toro de la Vega.
LUIS CAPUCHA
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