Buena entrada para lo que se veía en las novilladas sin caballos de Valladolid últimamente con los tendidos de sombra llenos y tan solo la solanera ocupada por un pequeño grupo de aficionados que aguantaron el baño de asiento en una tarde calurosa, espléndida para el toreo y donde los tres novilleros participantes salieron a hombros del Coso del Paseo de Zorrilla. José Ruiz Muñoz, dos orejas en su lote; Alberto Escudero, tres apéndices y Fernando Plaza, dos orejas en los que lidió. Se lidiaron erales de los Hermanos García Jiménez bravos y nobles, dos de ellos justos de fuerza, y otros tres, los corridos en primer, cuarto y quinto lugar aplaudidos en el arrastre por la concurrencia. Uno llevaba el nombre de «escondido» que fue quien abrió feria y plaza; otro «doctor» y «delicado«.
Las reses de los Hermanos García Jiménez dieron juego a sus lidiadores propiciando el triunfo de los mismos, pues todo el encierro arrastró el hocico y acudió con prontitud a los cites. Auténticas peritas de donguindo, los novilleros se encontraron a gusto ante su cara, excepto el subalterno Héctor Vázquez que recibió un revolcón en el segundo con un par de raspones al norte y al sur de su anatomía cuando intentaba clavar un par de banderillas.
José Ruiz Muñoz, el torero sobrino de Curro Romero, tiene andares, estilo y una formación que le dan cierta personalidad a su toreo. Muy bien con la mano derecha ante sus dos enemigos, especialmente completa la faena de muleta en el cuarto de la tarde. Al primero de su lote lo mató extraordinariamente, con una estocada efectiva y fulminante, no así al segundo en el que precisó de dos entradas con la tizona, al quedar tendida la primera vez.
Tuvo el detalle de entregar el «despojo» de la oreja a su subalterno para pasear él su triunfo sin ella, lo que denota una reminiscencia de Curro que rechazaba casi con asco pasear con la oreja de su enemigo el albero. La sustituyó por una ramita de romero.
El triunfador por número de trofeos fue Alberto Escudero, que instrumentó una valiente y templada faena a ambos enemigos que le tocaron en suerte. Brindó los dos toros al público e hizo muy bien la suerte de matar, en corto y por derecho, en su primero. Luego en el quinto, al que recibió de rodillas en el tercio, los muletazos fueron largos. Especialmente un redondo de rodillas larguísimo en el tiempo que desató los aplausos del público. Su desplante final ante la cara del toro, preludio de la estocada, algo caída y con derrame, pero de efecto inmediato, le valieron las dos orejas del ejemplar.
Cerraba novillada Fernando Plaza, un muchacho que parece Talavante redivivo en maneras y en el movimiento del codo característico de Alejandro. Muy quieto y asentado, firme,clavando las zapatillas en el albero, toreó tranquilo, sin prisas, con sosiego. Tanto en su primero como en el que cerraba corrida ofreció muletazos a pies juntos, sin mover los pies. Bernardinas finales en su primero y manoletinas ajustadas en el de cierre, preludiaron una estocada que asomó la punta y un pinchazo y la estocada en el otro que le valió la oreja y la merecida salida a hombros con sus compañeros.
En resumen, ha quedado descorrido el cerrojo de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo en Valladolid, y con él un entretenido festejo sin caballos en el que tres chavales mostraron su gracia y su garantía de ascenso, pidiendo ya reses de mayor tamaño que los buenos erales de los Hermanos García Jiménez lidiados hoy.
Fotos: José Salvador Alonso
Felipe Romero dice
¿Es este el nivel que corresponde a la final de un certamen de novilleros?
He escuchado muchas opiniones y leido varias crónicas sobre la novillada de ayer. Todas se felicitan por el éxito de toreros, la bravura de los novillos etc.
Vaya por delante que me alegro enormemente del éxito de los tres toreros (a quienes expreso mi mayor respeto y reconocimiento), aunque no creo que cantarles lo de ayer como un hito en su tauromaquia les haga favor alguno.
No es un problema de ellos, es una cuestión de enfoque y de principios que corresponde a la empresa y a los organizadores.
Está claro que la participación en la final de un certamen que se celebra en una Plaza como Valladolid viene precedida por unos méritos demostrados en unas novilladas previas y ello me permite considerar a los participantes como toreros cualificados en su escalafón correspondiente.
Esto, a mi juicio, obliga a la empresa a plantear esta novillada final de un modo totalmente distinto.
Y esto no puede ser la invitación a tres jovencitos a una puesta de largo entendida como un «amable encuentro social», sino que debería ser la oportunidad de seguir compitiendo, midiéndose con sus compañeros y consigo mismos, mostrando a la afición su nivel y su potencial proyección como toreros, dirimiendo de verdad un título de inequívoco triunfador.
Y para eso hace falta una prueba algo más exigente. Digna de una plaza que quiera respetar su propia categoría.
Creo que si alguien quiere exhibir el título de triunfador de las novilladas de Valladolid, lo haría más orgulloso después de haber demostrado su capacidad de resolver ante 6 erales de verdad, con su presencia, con su castita.
Mejor 3 y 3 de dos encastes distintos. Al aspirante no le debería espantar un exámen con 2 preguntas diferentes. A los aficionados nos permitiría evaluar mejor si concen el temario.
¿Eran tres toreros preparados para más? Parece que sí, pero no podemos saberlo.