El animal, de nombre «taponero«, un encastado, bravo y noble novillo toro de Fernando Sánchez Arjona fue premiado con el pañuelo azul por la Presidencia de la corrida en la segunda de la feria de Roa de Duero, localidad burgalesa, entendida, seguidora y amante de los toros que completó las tres cuartas partes de su plaza de la Cava y que despidió en andas y por la puerta grande a Rafael Cerro (ovación y dos orejas y rabo) y a Luis Gerpe (oreja y oreja). El tercero de la terna, el vallisoletano Pablo Santana cortó una oreja en su primero y recibió una fuerte ovación en el que cerraba plaza. Se lidió una extraordinaria y variada novillada de El Collado, reses que pastan en el término salmantino de Martín de Yeltes, con tres toros bravos y repetidores, excelentemente presentados, uno de ellos premiado con la merecida vuelta al ruedo en su arrastre, y otro duro y bronco con peligro sordo, que cerró la corrida y dos más de variado comportamiento, aunque nobles. Hubo de lidiarse también un sobrero de la misma ganadería, como tercero, un toro hecho y derecho, con cuajo y trapío de 500 kilos de romana, muy abierto de sienes y con un pitón destrozado, en sustitución del devuelto a los corrales indebidamente pero con una explicación razonada por el presidente de la corrida en el acto público posterior al festejo, tras recibir una fea vara accidentada, de resbalón, que le produjo un ojal tremendo y temeroso en su lomo.
Y vamos a ello que la Villa del Empecinado es de sabiduría y orden, que premia y aplaude a quien lo merece y recrimina a quien se hace acreedor de ello, sabiendo lo que tienen entre manos, una fiesta de toros estupenda que da prestigio y solvencia en el circuito taurino de las plazas burgalesas, habiéndose colocado prácticamente a la cabeza del escalafón junto a Briviesca.
Abrió la corrida el toledano Luis Gerpe, un hombre que imprimió suavidad a los lances de recibo, doblándose con estilo y torería y que ordenó a su picador lo castigara delantero para someter aún mejor la embestida del novillo de El Collado. En su aseada faena, especialmente basada en la mano derecha, sufrió un tropezón sin importancia al rematar una de las series cayendo al suelo, pero se sobrepuso. Siguió con la franela e intentó un redondo y de nuevo el toro lo prendió sin consecuencias, temiéndose el graderío alguna lesión. El agua milagrosa del mozo de espadas y que es un torero bragado, hizo que el de Seseña volviera a la cara del toro con más entrega si cabe aún para recetar una estocada que hizo guardia, pero que la cuadrilla con presteza extrajo lo justo el estoque para disimular la avería, y dos golpes de verduguillo le hicieron acreedor de una oreja.
Toreó mucho mejor al segundo de su lote, un ejemplar de 490 kilos que derribó al caballo del picador en dos ocasiones. Gerpe llevó muy bien al novillo con la mano derecha, dándose cuenta que la media altura propiciaba mejor la misma que si sometía demasiado por bajo al ejemplar. Lo mejor la suerte de matar, tirándose con fe y arriba, consiguiendo una estocada que atronó al animal mandándolo al desolladero.
Rafael Cerro se enfrentó a un toro noble y con la fuerza justa, que le hizo un par de extraños por el pitón izquierdo, acusando el defecto también en la muleta. Con airosos remates, igualó al toro que había brindado al doctor Salinas que le atendió de la cogida el año pasado en Roa, y le pinchó por dos veces antes de lograr una efectiva estocada, recibiendo la ovación del público.
Donde Rafael se desmelenó y dio una lección de torería, preparación, garra y entrega fue en el quinto de la tarde, un ejemplar de bandera que iba en la media distancia con galope, queriéndose comerse la muleta y entrando al pase con bravura, codicia y repetición noble. Rafael Cerro vio pronto la condición extraordinaria del toro y empezó su faena postrado de hinojos en el tercio para ir sacándole a los medios donde continuó su faena ya en pie. El público aplaudía y vitoreaba al muchacho en cada serie, desplante y adorno que le instrumentó con gracia y desparpajo. Dos series con la mano izquierda de auténtica antología taurina, puesta la muleta y encauzando la embestida llevaron a cuadrar al toro para meterle una estocada entera. Los pañuelos pidieron con fuerza los trofeos para el torero y el Presidente de la corrida, David Colinas, no tuvo más remedio que acceder a lo solicitado ordenando se cortaran las dos orejas y el rabo y asomando además en el balcón el pañuelo azul, merecedor de la vuelta al toro a los sones de una atronadora ovación.
Y Pablo Santana también mostró su torería y buen momento en Roa. Cortó una oreja al primero de su lote, un sobrero bravo y encastado en el que tanto Bastida, su picador, recibió aplausos por la vara, como «vara del perdón» tras el ojalazo infame que recetó al titular que sería devuelto a los corrales en detrimento empresarial. También Venturita y David Picón se desmonteraron tras protagonizar un tercio de banderillas espectacular. Pablo le bajó la mano, estuvo entregado, y muy tranquilo en todos los momentos de la lidia frente a un auténtico toro de lidia que le tocó y que brindó al público desde el centro del ruedo. Lo despachó de pinchazo y media y recibió una oreja.
Donde me gustó Pablo Santana fue en la solvencia para paliar y lidiar ante la dificultad que tenía el toro que cerraba plaza y corrida. Ahí estuvo sensacional el chaval que apodera el diestro Jorge Manrique, sobre todo con la mano izquierda desató una emoción contenida entre los aficionados pues se puso en el sitio, se cruzó y echó con garbo la muleta aún sabiendo la extremada dificultad del burel que buscaba herir. Pablo no se amilanó, jugándosela, se sobrepuso y estuvo muy aseado, valentísimo y muy bien. La estocada y dos golpes de descabello no supusieron premio para el torero lo que le habría encumbrado también a la puerta grande, pero la ovación fue atronadora.
Al final del festejo, los costaleros sacaron de la plaza a Cerro y Gerpe, mientras Santana fue despedido con aplausos de la concurrencia.
En resumen, novillada muy entretenida en Roa, con reses de extraordinario y variado comportamiento, muy bien dirigida, con la lidia de unos novillos de Fernando Sánchez bravos en general y tres chavales novilleros cuajados, bregados ya que piden a gritos la entrada en el escalafón superior. Ah! y un torilero que no dejó ni las migas de la merienda, como el resto, consumiendo con gusto y gula, el jamón regado con el vino tinto de la ribera, no se fuera a desmayar, y una charla en la Casa de la Cultura de Roa a plaza llena con los protagonistas del festejo en un acierto singular y empeño de la peña el Tinte en el que tuve la suerte de participar, invitado por esas extraordinarias personas grandes aficionados a la fiesta de toros, que conforman la organización. ¡Que San Roque los bendiga a todos!.
Reportaje gráfico: José Fermín Rodríguez
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