La verdad que apetecía en la calurosa tarde del domingo acercarse a Sieteglesias para honrar al Patrón San Pelayo a contemplar la lidia de cuatro toros, elegidos para la ocasión por Simón Caminero, y comprobar las evoluciones de los toreros especialmente ahora que la temporada va a entrar en la parte álgida y abundante de festejos. Tras saludar a Simón Caminero, un hombre que con su familia desarrolla la actividad taurina por estos pueblos de nuestra Comunidad y que en todo caso ha mostrado siempre para con mi persona afabilidad, respeto y consideración, accedo al burladero de callejón de la plaza portátil a orillas del río Trabancos, seco como el ojo de un tuerto y encauzado debidamente para el discurrir de la población, en evitación de posibles avenidas como consecuencia de las tormentas. El caso es que media plaza estaba al completo de personal, deseoso de contemplar las evoluciones de su hijo predilecto Raúl Alonso, torero; del rejoneador portugués Paulo Jorge Santos y del novillero de Valladolid, afincado en Alaejos, Pablo Santana.
En estos festivales mixtos, ya se sabe que abre cartel el matador, continúa el rejoneador, tercia el novillero y cierra el festejo de nuevo el veterano torero que para eso tiene en su carnet tomada la alternativa y en consecuencia debía lidiar dos novillos, en tanto que los otros compañeros de terna, por aquello del presupuesto, debían hacerlo tan solo con un ejemplar.
A la hora a propósito el presidente del festejo, el alcalde de la localidad vallisoletana Leandro García sacó el pañuelo blanco para que se iniciara el paseíllo de diestros y cuadrillas, mientras la charanga que teníamos prácticamente detrás interpretaba el pasodoble «Amparito Roca», clavándonos las notas en el cogote. Pero en fin, paciencia auditiva, que así son las cosas.
Soltado el primer novillo, da muestras de flojera ya en el saludo capotero, y presenta con poca consistencia para aguantar la lidia si el diestro lo sometía, bajándole la mano como es de ley. Lo cierto es que Raúl lo lidió a media altura para evitar la caída de la res y lo alivió en unos buenos adornos finales a dos manos muy aplaudidos. Se perfila para matar y consigue un pinchazo hondo que da la sensación de haber hecho daño al novillo. De nuevo pincha y consigue una estocada que le permite descabellar al animal. Una orejita demasiado generosa, pero llena de cariño por sus paisanos, es bagaje más bien corto tras lo hecho y lidiado.
Sin embargo sería en el bravo y encastado último de la tarde donde Raúl interpretó su toreo, doblándose con él, sometiéndole y enseñándole a embestir, conjuntando una buena faena especialmente con la mano derecha. El toro era repetidor y le hizo sudar al espada, pero tras la estocada conseguida, el toro rodó sin puntilla y el diestro fue premiado con las dos orejas y el rabo, saliendo a hombros de la plaza entre las aclamaciones y felicitaciones de sus paisanos.
Dos orejas también cortó el rejoneador portugués Paulo Jorge Santos que ya tiene cogidas las vueltas a esta plaza y a este pueblo. Le tocó un toraco de Hermanos Caminero, cuatreño largo, con cara de viejo y maldad que de no haberle hecho las cosas bien, el pequeño espacio del ruedo y la acometividad del animal hubieran dado más de un disgusto al noble rejoneador portugués que aguantó estoico un tarantatán de cuidado. Dos rejones de castigo y un tercero más corto hicieron que la acometividad del animal fuera más pausada, pero siempre peligrosa.
Banderillas a una mano y el prendido de una rosa en todo lo alto, enrabietado, pues en el primer intento se le cayó al suelo la que quería poner, y un rejonazo de muerte derribaron al ejemplar, pidiendo el público la oreja que le fue concedida por partida doble.
El tercero en discordia fue el novillero Pablo Santana que pechó con el peor, no ya lote por no haber tal sino novillo, de los anunciados. Un astifino ejemplar que se colaba por la izquierda y que llevaba siempre la cara alta en todos los pases y terrenos. El novillo estuvo muy mal lidiado y peor banderilleado por la cuadrilla, pues cortaba los terrenos y puso en apuros a los subalternos, especialmente al bueno de Maroto que tuvo que coger el olivo en dos ocasiones.
La faena la empezó bien Pablo, doblándose con el toro sobre las piernas y sacándolo al centro del ruedo, donde intentó infructuosamente trenzar la faena. Ante lo imposible del animal, desairado el novillero y visiblemente disgustado, tomó el acero y lo despachó de una estocada casi entera, tras lo cual el respetable silenció su labor.
En resumen, todos cuantos conocemos este mundillo sabemos de las dificultades que entraña la organización de un festejo taurino, máxime en pueblecitos pequeños como éste de Sieteiglesias de Trabancos, localidad entre Tordesillas y Alaejos, por los escasos recursos económicos que se obtienen y los abundantes gastos que suponen. Sin embargo, gracias a empresarios taurinos como Simón Caminero y sus hijos, siguen celebrándose para que todos cuenten con una diversión tradicional, bonita y singular como es la fiesta de los toros.
(Reportaje fotográfico de José Fermín RODRÍGUEZ SÁNCHEZ)
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