La afición a los toros de Raúl Manrique Estébanez le sale hasta por la pajarilla. Ahora, ya en la madurez de su vida, se dedica a la comercialización de la carne de bravo al por mayor que prepara, selecciona, envasa, y comercializa para los sitios donde se la requieren. No es difícil verle en los desolladeros de muchas plazas de toros arreglando las reses, tras sangrarlas, para acercarlas en el transporte isotérmico, hasta el lugar en donde van a ser despiezadas las canales.
Lo que tal vez no todos los aficionados sepan es que él mismo fue novillero en sus años mozos, recorriendo esas plazas de entonces de muchos pueblos de nuestra comunidad para lleva su afición a los tendidos de carros, a esas plazas de palos y a esos lugares en donde era más fácil recibir un cornalón de un toro viejo y curado en sudores y metafísica que a la proyección personal y a la propaganda.
Raúl es el mayor de siete hermanos. Siempre fue el chico de Eutiquia y de Amancio y cuando su afición despertó para derramarla por esos pueblos de Dios, sería su amigo Ángel Gallego el encargado de su apoderamiento. De esa familia podemos decir que salió también uno de los toreros más prestigiosos de la zona de Rioseco, aunque naciera en la Seca, como fue su hermano Jorge, actual gerente de la plaza de toros de Valladolid.
Su charla rápida, amable, ensartando una anécdota detrás de otra, de tal forma que apenas me daba tiempo para recoger la idea de cada una de ellas y después hilvanarlas como mejor Dios me dé a entender, cuando compartí con él la comida tradicional el día de San Juan en la ciudad de los Almirantes, se expresaba con su gracejo habitual, espontáneo, rápido, elocuente…
Sería en la zona de Tordesillas y Rueda, en la ganadería de Germán Pimentel, donde comenzaron a surgirle los miedos, terribles, cuando un hombre se enfrenta con un toro. Le habían avisado a su padre para que fuera a recoger un toro al matadero de Rueda. Allá se fueron ambos, padre e hijo, con el carro y al llegar a la ganadería se pudo delante de los toros en el campo para tragar el miedo.
Recuerda también a Parrita y su tragedia en el Espinar con él y frente a los toros y novillos de esta misma ganadería alternando como aparece en el cartel de entonces con el nombre de Morenito de la Seca.
“La mejor carne, la de toro, envasada al vacío. No sabe la gente lo que se pierde”.
Es cierto que la carne de toro reúne unas propiedades excepcionales de conformación muscular, proteínica y de ausencia de grasa, aunque el ama de casa la rechace por su aspecto oscuro. Sin embargo su sabor, su paladar y gusto hacen de esta carne un plato fuera de serie en la alimentación humana.
Entre opiniones, sentencias, razonamientos y juicios fueron pasando los platos de aquella comida compartida con una sobremesa entretenida. Y en los recuerdos el maldito buey de Caracas que mató a Leopoldo Manrique en Medina del Campo. Y a los 25 años fue contratado para torear en Medina del Campo una novillada de Martín Tejedor, el CHULA, “y no lo hice mal. Tanto que luego me llevaron a hablar y cuando me tocó hacerlo, me quedé sin habla, sin poder articular ni una palabra”.
Así fue llegando la hora de irse a la plaza, pues recuerdo que era el día de San Juan y esa tarde Raúl tenía trabajo que hacer, pues debía recoger los novillos destinados a los toreros finalistas del I Certamen de Tentaderos Ciudad de los Almirantes, brindamos por los toros, chocamos nuestras copas y nuestras manos en un saludo de amigos y reconocidos por el esfuerzo en este peculiar mundo de los toros. Es mi amigo Raúl Manrique, un hombre del toro, carnicero al por mayor de ganado bravo. Hoy le he visto en la feria de Valladolid y un apretón de manos, un saludo cariñoso y los mejores deseos para seguir en esta faena laboriosa, importante y ayuna de publicidad como es la de la comercialización de carne del ganado bravo.
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