Sacó el «billetito» de este viaje Domingo López Chaves, un toro con tranco, bravo y encastado del Puerto de San Lorenzo, premiado con el pañuelo azul y corrido en cuarto lugar, tren al que se subieron sus compañeros de terna Garrido y Roca Rey en la corrida que cerraba la feria de Ledesma, poniendo la emoción en los tendidos, derramando la sal de la gracia torera y haciendo las cosas con firmeza y entrega de tal forma que, al final del todo, los cerrojos de la plaza se echaron tras sacar en volandas y por la puerta grande a los diestros y al ganadero del Puerto, José Juan Fraile.
Hoy en Ledesma con la plaza casi llena a falta de unos huecos sobrantes en el tendido de la música, porque la espontánea banda arreó a los instrumentos de lo lindo, soplando trompetas, trombón de varas y saxofones con ganas y fuerza, como si les fuera la vida en ello, poniendo los oídos cercanos a prueba de sanitario sonotone en una tarde soleada y con buena temperatura.
Mandó el Puerto de San Lorenzo seis toros bravos, con complicaciones alguno de ellos, justos de fuerza los tres primeros, extraordinario, de bandera, el cuarto, brusco y rajado el quinto y noble y bravo el que cerraba la plaza, un bicho con cara de hombre, serio y badanudo al cierre de la Feria de Ledesma, todos cuajados y hermosos, un reclamo de postín, lleno de vida e interés, encumbrado en una cartelería significada y significativa en la que el ledesmino José Ignacio Cascón y el Ayuntamiento de la localidad ponen en escena todos los años un referente en la Tauromaquia charra.
Sería Domingo López Chaves quien, tras cortar una oreja en su primero, un «curioso» justo de fuerza al que despachó de pinchazo sin soltar y estocada, destapó el tarro de las esencias toreras. La raza y la entrega que atesora Minguín, quien empezó de rodillas ante el del Puerto su faena jaleada, ovacionada y estimulada por el público y que corroboró con una estocada hasta la gamuza, desatando el delirio en los tendidos que pidieron con fuerza las orejas y el rabo del ejemplar, concedido por el usía, fue su mejor timbre de torería en una actuación redonda jaleada por el público. El toro fue premiado también por su bravura, motor y casta con la vuelta al ruedo en el arrastre, entre los aplausos cerrados de los espectadores a medida que el tiro de caballos iba dando la vuelta al ruedo. Luego, López Chaves fue acompañado por muchos niños de Ledesma, en su vuelta triunfal, dando una sensación de proyección infantil de primer orden a esta fiesta tan esmeradamente grande y bella como es la de los toros.
José Garrido, el torero pacense, tuvo que pechar con el peor lote de los seis del Puerto de San Lorenzo. El primero, un «carcelero«, el más complicado del encierro, al que aplicó una faena firme y poderosa, sobre todo ante la protesta del toro con cabeceo incluido en cada encuentro con la franela. Garrido, por naturales estuvo con solidez demostrada, incluso sobreponiéndose a un achuchón del animal. Al precisar de estocada y dos golpes de descabello recogió la ovación sincera y reconocida del público. Pero llegó el quinto, un «manzanero» ante el que se arrancó con tres faroles, cuatro chicuelinas y una media de rodillas que puso la atención a prueba de solfeo. Impresionante su dominio, colocación del terreno, la gracilidad y suavidad de sus pases, pese a recibir el peor lote de esta tarde. Especialmente cuando llegó el momento de matar. Cuadró al toro, tras un final arrodillado, y le recetó una estocada entrando a ley, recto, en un volapié hermoso, académico, tirándose arriba que mandó al desolladero al ejemplar, no sin antes haber recibido una cogida sin consecuencias para el torero que pudo ser trágica si el pitón hubiera calado en el sitio en donde estuvo. Sobrepuesto Garrido, con el pantalón desgarrado, un varetazo y una paliza de tente y no te menees, recibió como premio las dos orejas pedidas por el público.
No podía quedarse atrás Andrés Roca Rey, el torero peruano, alto y espigado, de moda tras sus reconocidos triunfos. Si con «fardero» tan solo pudo lucirse en un quite por saltilleras y en las manoletinas finales tras un par de pases en redondo, su espada no entró a la primera ni a la segunda sino que, tras aviso, lo hizo a la tercera quedando la cosa en aplausos, pero salió el sexto de la tarde el toro de la jota, un «pitonisto» bravo y noble, con cara de toro, como decíamos al principio. Valeroso Roca Rey en todo momento, toreando a pies quietos, con temple, suavidad y valor, mostrando la serena madurez que ha logrado en tan poco tiempo como ejerce de matador de toros. Roca Rey pinchó y para paliar el desengaño, de nuevo calentó al tendido con otra exhibición con cambio de mano y sin ayuda de estoque que tiró al suelo. De nuevo esta vez sí logró, tras perfilarse, una estocada entera y las dos orejas cayeron en su esportón.
Al final del festejo, los tres toreros y el ganadero salieron a hombros del coso de Ledesma cuando ya la noche caía sobre la antigua Bletisama de los lusitanos y sus gentes iban a terminar sus fiestas patronales del Corpus en amor y compaña con música y baile, hablando todos ellos de la raza, el valor y la firmeza de una terna de diestros toreros ante toros del Puerto de San Lorenzo.
PLAZA DE LEDESMA. Casi lleno.
Toros de El Puerto de San Lorenzo, bravos y nobles en general, para López Chaves, oreja y dos orejas y rabo; José Garrido, ovación tras aviso y dos orejas tras aviso, y Andrés Roca Rey, ovación y aviso y dos orejas tras aviso.
FOTOGRAFÍAS: José Fermín Rodríguez
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