Un año más la memoria del malogrado diestro salmantino revivió entre sus familiares y muchos de quienes le conocieron en el difícil arte de torear. La Glorieta de Salamanca en cuya plazuela se levanta su estatua como homenaje a su dedicación, torería, bonhomía y esfuerzo fue el escenario tal y como viene sucediendo desde el año en que murió, cuando familiares, amigos y conocidos convocados por la Federación de Peñas Helmánticas, el Museo taurino de Salamanca y la Alcaldía de la ciudad rinden a su recuerdo la presencia y se reza un responso a cargo del capellán de la plaza.
Esta mañana de invierno, soleada y tranquila, los hermanos del diestro, Florindo, Candelas, María Isabel e Isi, acompañados del Alcalde de Salamanca Alfonso Fernández Mañueco han depositado al pie de su estatua un ramo de flores, mientras la banda municipal de música interpretaba “El arte en el cielo”, una soberana balada de trompeta de Manuel Rico y el pasodoble dedicado a Julio Robles que sonó en tantas tardes de triunfo y éxito.
Tras el responso dicho por el capellán de la plaza, pidiendo a Dios el descanso eterno para el diestro, oficiando un rezo, pronunció unas palabras de ánimo a los presentes, plenas de sinceridad, religiosidad, austeridad y emoción, con el recuerdo al toreo salmantino con sus mismas palabras: “Desde siempre tuve claro lo que quería ser. Soy torero y lo seré siempre hasta que muera“.
Entre lo presentes Santiago Martín «El Viti», que no falta a la cita desde sus comienzos; el ganadero Guillermo Marín, postrado en silla de ruedas; el también ganadero Alipio Pérez Tabernero, a quien saludo afectuosamente y que me dice, al preguntarle por su estado y cómo le van las cosas, campechano y sincero que «ahí ando, casi en las últimas, pero me falta el rabo por desollar».
Pocos toreros en la mañana de Salamanca acompañando al recordatorio del maestro: Eduardo Gallo; Álvaro de la Calle, Miguel Ángel Sánchez; Jorge Manrique, los novilleros Daniel Martín y Roberto Blanco, el medinense… y pare casi usted de contar.
En fin. Se comprueba año a año y edición a edición que este homenaje pervive gracias al esfuerzo de las Peñas taurinas y el decidido apoyo del Alcalde de la ciudad, en esta ocasión Alfonso Fernández Mañueco. Las flores a Julio Robles solo dan serenidad al acto que debería ser reivindicación total y absoluta de la Tauromaquia y que está deshaciéndose lentamente en el olvido a poco que no se apoye el mismo. Bastante tienen, tenemos, los aficionados con poca voz y menos decisión que asistimos al acto de homenaje a un torero al que quisieron violentar en su sueño eterno allá por el cementerio de Ahigal de los Aceiteros, manteniendo encendida la llama de la esperanza, cada vez más tenue, que alumbra una de las manifestaciones singulares de la historia española, como es el mundo de los toros.







Vimos en la Glorieta solo a un político que representa, guste o no, a la ciudad de Salamanca: Alfonso Fernández Mañueco, su alcalde que, no se olvide, es también un aficionado taurino. Y completaba el cuadro un sencillo grupo de personas que no tienen significación alguna con las decisiones y unos amigos de la familia de Julio Robles, el torero que encontró la desgracia en la plaza de Beziers, que rezaron juntos un padrenuestro por su eterno descanso. Y al lado, la estatua de Santiago Martín el Viti, pintarrajeada con unos berretes rojos por manos inmisericordes que no descansan, yihadistas antitaurinos, xenófobos e impunes que pretenden la abolición de la Tauromaquia. Esa fue la sensación de tristeza más grande que nos acompañó en el regreso.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez.
Deja una respuesta