Hoy, día de San Agustín, fiesta grande en Linares y en Toro, se conmemora la tragedia sucedida en la localidad jiennense cuando el toro «islero» de Miura se llevó por delante la vida de quien se constituiría en un mito singular entre los diestros toreros de todos los tiempos. Manuel Rodríguez «Manolete», el torero caído al hundir su estoque en la suerte suprema aquella tarde emocionalmente única para muchos españoles revive en la memoria de todos los aficionados en este día cuando agosto está a punto de echar el telón de sus ferias veraniegas y el gran septiembre abre los pámpanos de la vendimia en los días inciertos para toda la gran familia taurina.
Manolete a quien se recuerda hoy en todos y cada uno de los festejos taurinos que se celebran desde aquel fatídico día cuando, alternando con Luis Miguel Dominguín y Gitanillo de Triana dejó su vida y su sangre vertida en el albero dorado de Linares entre el cuerno inmisericorde de un toro. Las estampas hechas por el único fotógrafo en aquel momento presente en la plaza, el centenario Francisco Cano «canito», suponen el impagable escaparate donde todos hemos visto los ojos entornados del torero, el rictus de su rostro, el silencio y la nada del más aclamado diestro de su época.
En la placita junto a la iglesia que llaman de los toreros en donde se levanta la estatua homenaje al más grande de los califas cordobeses siempre huele a naranjos maduros o en flor según el tiempo, planea por ella el recatado silencio y se eleva como en los hombros del viento ese momento ensalzado de un torero, Manuel Rodríguez «Manolete» del que hoy se acordarán, a quien recordaremos, todos los aficionados taurinos.
En estos precisos momentos de partida hacia Toro, otro sitio emblema de la Tauromaquia, que ha dignificado la fiesta y la ha elevado al orgullo que nunca debió perder, el enamorado de Antonia Bronchalo «Lupe Sino» que no pudo cumplir su deseo de consumar su última voluntad que fue contraer matrimonio con ella, vive entre nosotros y hoy en la plaza del Conde de Priego, junto a la iglesia de Santa Marina, unas flores frescas y claveles reventones homenajean su memoria y todas las plazas de España guardan respeto por el torero que se fue, Manuel Rodríguez «Manolete». Es un lazo de unión eterno en la memoria de un gran torero.
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