Una de las cosas que más se utiliza para hablar de toros, de lo sucedido en tal o cual faena, es sin duda alguna el recuerdo, la memoria, siempre subjetiva, del ayer. Parece que recordar es volver a vivir, sobre todo de aquello que está tan cerca y tan lejos ya de nuestra vida, pues el instante se ha ido para no volver nunca más.
Ayer en el Coso de Zorrilla pasaron algunas cosas que conviene tener a la vista para no olvidarlas: Una la de la excepcional faena, cantando bajo la lluvia, con música de truenos y luces de relámpagos en un variopinto escenario anegado de agua y barro, compuesto con el mejor esfuerzo y profesionalidad por el personal de la plaza encargado de cuidar el albero, a cargo de Juan José Padilla, Manuel Jesús «Bravo» y David «Maldonado», los tres diestros toreros que pusieron sobre la mesa de la Comunidad castellana su decisión de afrontar el peligro, el barro y las explosiones del emperador toro y los elementos. Menos mal que ellos no salieron para el cadalso del hule, sino izados en andas por su victoria.
Otra nota a destacar es la placa azulejo colocada en el paramento de acceso al tendido, en el pasillo interior del Coso, en la que se dice que «Valladolid es ciudad taurina«. La propuesta ocurrente fue de Gonzalo Santos en una de las reuniones para fallar los premios de la edición anterior y por eso él estuvo encargado de leer el manifiesto con la explicación y el por qué se colocaba ahí esa placa. Testigos de excepción el alcalde de la Ciudad, así como el Empresario actual de la Plaza, Ángel Gallego.
También la grada de sombra aparece repleta de jóvenes taurinos a quienes les gusta los toros, lo apoyan y acuden a la función. En esta ocasión, todos ellos, a la abrigada de la lluvia contemplaron, aplaudieron a los toreros y además, unos cuantos de entre ellos, les sacaron a hombros de la plaza.
Por eso, y otras muchas más cosas, los toros siguen teniendo el imán, la atracción y el encanto de un singular espectáculo lleno de luz y colorido. Y además ayer no sonó ni la sirena de los que molestan afuera y se significan como contrarios a la fiesta, pues huyeron en desbandada en cuanto cayeron las primeras gotas de agua. Por todo ello, al salir ayer del coso y marchar para casa, calados hasta los huesos y con los zapatos chapoteando agua, no se nos quitó la sonrisa de la satisfacción en ningún momento del rostro. Y todo, gracias a Padilla, El Cid y El Fandi, tres comuneros de la torería, pues comparten siempre con los espectadores el sol, el triunfo, el agua y el viento.
Y clavada en la pared una placa para recordar memoria a los venideros, que Valladolid es taurina.
Deja una respuesta