Con la salida de los tres diestros a hombros de la plaza de Roa y el pañuelo azul para uno de los toros lidiados de Sayalero y Bandrés, puede decirse que la tarde de hoy en la bella localidad ribereña del Duero, cuna del Empecinado, ha sido redonda, bella, importante, destacable, hermosa. Una corrida donde cuantos han intervenido la han hecho más grande, más especial si cabe, más completa aún.
Juan José Padilla, Javier Castaño y Salvador Cortés se han enfrentado a un soberano encierro de Sayalero y Bandrés, con seis toros con cuajo, trapío, kilos y excepcional presentación y movilidad que han logrado el disfrute primero de sus lidiadores y especialmente del entendido y amabilísimo público rodense que ha sabido premiar con justicia y reconocer el esfuerzo hecho hoy en la acogedora plaza de Roa de Duero.
Pero es que hoy en Roa, además ha quedado una cosa muy clara: Cuando las cosas se hacen bien, el éxito corona la obra. Y como hay que ir hablando por partes de lo visto para contar a cuantos leen la impresión y llevarles a su pantalla la vivencia del cronista, allá va como el caballo de copas la tenida esta tarde de sol ardoroso y moscas.
Algo más de media plaza, casi tres partes, se dio cita en el coso taurino a la hora de empezar la corrida, aunque a fuer de sinceridad habría que dar un premio a todos aquellos aficionados, jóvenes sobre todo, que ocuparon el tendido de la solanera y que. como la canción que entonan antes de acabar la corrida, ellos son quienes siguen siendo los reyes de la fiesta.
El encierro de hoy, variado de capa, arrojó en la báscula los siguientes pesajes: 540; 490; 515; 525; 520 y 508. Alrededor de media tonelada de fuerza y movimiento todos los de Sayalero; de vario pelaje: Dos negros, dos castaños, un retinto y un burraco claro de las viejas estampas de la lidia, astifinos, con dos péndolas todos que encogían el corazón de quien los veíamos, desde la barrera, pero que motivaron a la terna hasta lograr el triunfo completo del regusto y la torería.
El director de lidia y cabeza de cartel era en esta ocasión el ciclón de Jerez, Juan José Padilla, un torero como la copa de un pino, noble, entregado, profesional, dando todo lo que sabe y un poco más en cada tarde, sin arrugarse por nada. Me viene al pelo en este momento el recuerdo cuando paseaba ufano y feliz las orejas de su enemigo, la amabilidad demostrada para con un niño de corta edad que se presentó, acompañado de su padre, con un capotillo para que se lo firmara. Con todo el cariño del mundo, abrazó al muchacho y con el capote en ambas manos le enseñó a la criatura dos lances, tras lo cual le estampó un beso. El muchacho regresó encantado y feliz al tendido con sus padres. Y es que eso también es crear afición, enseñando al pequeño un lance del toreo.
Me gustó más Padilla en su segundo que en su primero, más exigente y con menos clase que el lidiado en cuarto lugar. Empezó su faena de muleta sentado en el estribo, calentando más el tendido de sol a quien había ofrecido el tercio de banderillas. Una faena que concluyó con un abaniqueo por la cara, llevando al centro del ruedo a la res y perfilándose allí mismo para estoquearla. Logra la estocada y rueda el toro, con lo que los pañuelos exigen el trofeo para el diestro jerezano, obtenido por partida doble.
Javier Castaño estuvo muy torero con el encastado y bravísimo segundo de la tarde. El animal se arrancaba largo, estiraba el pescuezo en una armonía de embestir que se antojaba excepcional en los lances de capa. Seguiría su subalterno David Adalid, pedazo de torero, quien colocó dos pares citando con majeza, asomándose al balcón, clavando con verdad, y saliendo de la suerte con gracia y galanura. El público le obligó con su ovación a saludar montera en mano.
Castaño, de rodillas, empezó su faena, templada, asentada, ligando con la izquierda dos series excepcionalmente bonitas y recordadas. Se perfila para matar, en corto y por derecho, logrando una estocada marcando los tiempos. Los tendidos exigen el premio para el diestro salmantino, en estado de gracia en estos momentos, concedido por el Presidente del festejo, el alcalde David Colinas, quien además exhibe el pañuelo azul para el toro.
En el segundo de su lote, Javier estuvo a punto de sufrir un percance, que quedó tan solo en un susto, al resbalar en el centro del ruedo y caer delante de la cara del toro. El animal lo buscó para cornearlo, pero la rapidez de sus compañeros, especialmente de Padilla que agarró de la penca del rabo al animal y lo desplazó fuera del lugar en donde se encontraba caído Castaño, evitaron males mayores. El abrazo agradecido de Castaño a Padilla, fue una muestra más del compañerismo de cuantos intervienen en este juego eterno y grandioso de la vida y la muerte. Pinchó un par de veces antes de lograr la estocada y el golpe de descabello que atronó al animal.
Y cerraba cartel Salvador Cortés, quien no había tenido ninguna suerte con el primero de su lote: Un toro cuajado, muy incierto, al que bastante hizo el diestro con pundonor y poderío mandarle al desolladero tras una media estocada en su sitio.
Donde estuvo grande y soberbio Cortés fue en el que cerraba corrida, el sexto de la tarde a quien recibió con lances muy ajustados y vistosos, ovacionados y aplaudidos con fuerza por el público. Brindó a la concurrencia y acto seguido instrumentó al de Sayalero una faena completa, especialmente con la mano derecha, entre los sones del pasodoble y el deseo de triunfo. Una estocada y el toro patas arriba entre la aclamación de la gente. Otras dos orejas para el esportón del pupilo de Tomás Campuzano.
Por cierto, con el maestro Tomás Campuzano presencié la corrida desde el callejón y con él intercambié comentarios y opiniones. El diestro de Gerena, ahora apoderado de Salvador, me dijo que esta corrida pasaba sin problemas toda ella en Sevilla por presentación, trapío y hechuras.
Luego, ya de noche y antes de cenar, los tres toreros, el ganadero, el empresario y el alcalde estuvieron explicando juntos a los aficionados en el salón de actos de la Casa de Cultura municipal la corrida y respondiendo a las preguntas de los asistentes que llenaron el coqueto salón municipal, pues eso también es costumbre en Roa, hablar de toros tras la corrida de la tarde, en un coloquio popular, enriquecedor y notable dirigido por Ángel, el representante de la peña taurina el Tinte, elenco de aficionados a los toros que aman la tauromaquia por encima de cualquier otra cosa.
Ficha de la corrida:
Roa de Duero, 2ª de feria. Casi tres cuartos de plaza.
Toros de Sayalero y Bandrés, bravos, encastados y con movilidad para
Juan José Padilla, oreja y dos orejas.
Javier Castaño, dos orejas y aplausos.
Salvador Cortés, silencio y dos orejas.
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