Bien parece el recordar, por aquello de volver a vivir, algunos momentos del acontecer taurino por esos pueblos y ciudades de nuestra Comunidad en la contemplación de los festejos donde el enfrentamiento del hombre con el toro muestra su singularidad, belleza, entrega y poesía cada tarde. Ahora, cuando las plazas de España ya están cerradas, vacías en el inolvidable verso de Gerardo Diego: «Plaza de toros, vieja y noble plaza/ desierta al amarillo sol de enero/ decoro renaciente, árabe traza/ circundando una ausencia del torero«, es el momento de traer aquí el esfuerzo personificado por aquellas personas que, cámara en ristre o bandolera, recogen los momentos más emotivos de la lidia.
Es posible que la labor de los fotógrafos taurinos sea impagable para cuantos se dedican a la profesión y desarrollan su actividad laboral y artística en este mundo del toro. Sin ninguna duda, los fotógrafos llevan al papel, captan el instante, recogen con su ojo tecnológico el momento singular, la atraccion, el triunfo, el fracaso, el dolor, el colorido, la peculiaridad… del animal más bello que existe en la naturaleza: El toro bravo.
Dos hombres que han colaborado con nosotros en acercar a los lectores de esta web los momentos más emocionantes de la lidia han sido Miguel de Castro y Fermín Rodríguez. Uno y otro llevan a gala su afición y entrega por el mundo del toro y en sus máquinas han retratado algunos momentos de las faenas de toreros por esas plazas de Dios.
Quiero darles las gracias desde aquí por su esfuerzo y colaboración con esta chicuelina de Francisco Montero Calvache:
«Caracol o faralá/ a la hombrera o la rodilla,/ola de azucena, brilla/ en la mar del allá va,/ esa espuma o ajajá/ con que en la capa germina,/ nieto de la serpentina, / ese alegre girasol,/ celda torera del sol,/ al que llaman chicuelina,»
Llega el invierno y es momento de recordar. Sobre las brumas del río, temblores de madrugada, sobre un encaje de luna bordado de estrellas blancas… Los fotógrafos limpian, cargan, seleccionan sus trebejos, sus máquinas, sus trípodes, sus encuadres… El redondel de las fatigas y aquella arena dulce muge amarga. Mareados por astas y por palmas, el tintineo pone fin a la fiesta. Todo ha sido jugar con el capote del silencio y el ¡clik,clik! de la cámara. ¡Gracias, de verdad por todo, amigos!
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