El novillero vallisoletano Ricardo Maldonado fue el triunfador del festejo celebrado esta tarde ante astados del «Torreón» del ganadero colombiano César Rincón que trajo a Valladolid un encierro en tipo, hechuras y capas variadas donde no faltó la característica veragüeña en el que cerraba corrida. Y su mérito radica en el esfuerzo, la tranquilidad, colocación, gracia y singularidad en una faena honda al quinto de la tarde, novillo que además fue extraordinariamente picado, como debe hacerse la suerte a caballo, por Pedro Iturralde.
Cuando Ricardo Maldonado terminaba de su vuelta triunfal al ruedo le vimos llorando, embargado de emoción, porque él mismo se daba cuenta de la lucha que le ha costado llegar hasta aquí y de tocar el triunfo con sus propias manos ante sus paisanos que lo aclamaron, le aplaudieron y le reconocieron su toreo en una faena de las llamadas macizas, completas, de poder y temple terminada con un pinchazo arriba sin soltar y una estocada entera en el sitio, efectiva, radical, inmediata, que echó patas arriba al ejemplar del Torreón.
Ricardo Maldonado hoy ha sido el protagonista singular de la novillada. Por eso bueno es comenzar a contar su actuación en Valladolid porque nos ha encantado, emocionado y hemos visto a un muchacho que quiere ser torero y que pide a gritos un sitio entre ellos. Hay una serie de naturales al quinto de la tarde, a pies juntos, de auténtica antología. Por si hubiera que poner una pega a su estupenda faena habría que dedicarla a la pérdida de trastos ante la cara del toro, cuando la mano tiene que ser de hierro y con guante de terciopelo para ahormar, templar, mandar y torear al burel, sin que este toque la tela ni la roce tan siquiera.
Las dos orejas otorgadas por Félix Feliz el presidente de la corrida justas y emocionales para el torero de Valladolid.
Abrió plaza y cartel Francisco Lama de Góngora, el rubio torero sevillano que ha anunciado enfrentarse con seis utreros en la Maestranza de Sevilla el día de la Hispanidad. Sus dos faenas ni han tenido la profundidad ni la transmisión que de él se esperaba. Muy discreto ante su primero, cimentó la faena con la mano derecha y completó con unas bernardinas y el arrimón final previo a la estocada, entera pero atravesada añadiéndose tres golpes de verduguillo para atronar al ejemplar.
En el segundo de su lote que brindó a César Rincón, el ganadero y torero colombiano, su faena fue insulsa, con poca sustancia, deslavazada. Eso sí voceando demasiado al «geniecillo» que así se llamaba el utrero para incitarle a embestir. Luego una estocada infame que hizo guardia, al írsele la mano y resbalar en el momento de la reunión. Él mismo se llevó la mano a la cabeza lamentándose por el sartenazo propinado al del Torreón. Recibió un aviso y los aplausos cariñosos de los espectadores.
Completaba la terna, José Ruiz Muñoz, el sobrino nieto del faraón de Camas, el inefable Curro Romero. El novillero con un capotillo más corto y una muleta más pequeña que las de sus compañeros, recibió al primero de su lote con verónicas de cierta gracia y sacando a los medios al toro. Con la muleta no le bajó la mano sobre todo por la izquierda al encastado y noble novillo, sufriendo el desairado desarme y la consecuencia del parón musical. Luego volvería a arrancarse el pasodoble en la segunda parte de su faena.
No tuvo su tarde con los aceros José Ruiz ni en uno ni en otro novillo. mal en su primero, pero horrible y sin acierto en su segundo que a punto estuvo de ser enviado al corral, si los tiempos se hubieran aplicado con la rigidez horaria. Pero bueno, son novilleros y una mala tarde la tiene cualquiera.
En el sexto, por ejemplo, muy bien pareado en banderillas por Santiago Azevedo que hubo de desmonterarse para agradecer los aplausos, el diestro andaluz que nos impactó a todos en Santander, sin embargo hoy en Valladolid ha toreado con poca tranquilidad, más bien con excesiva rapidez y precipitación, sin temple y además fallando con los aceros, por lo que escuchó algunos silbidos de reprobación, ante un toro jabonero de las viejas estampas de la Lidia.
Y mientras la noche caía sobre el Coso del Paseo de Zorrilla y todos nos íbamos de su recinto, salía a hombros un chaval de Valladolid, alto y espigado, que quiere ser torero y se llama Ricardo Maldonado. La pena fue que solo lo vio un cuarto de plaza a él y a los bravos y encastados novillos de El Torreón, lidiados en Valladolid. Pero ahí quedó eso.
FOTOS: José SALVADOR
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