Buena novillada, brava y encastada, noble y repetidora, en general la lidiada esta tarde en Mayorga de Campos con motivo de sus fiestas patronales en honor de Santo Toribio de Mogroviejo, donde seis ejemplares de la ganadería de Herreros de Peña de Cabra del ganadero Miguel Moro dieron buen juego y facilitaron que los tres toreros tocaran pelo. A tres orejas cada uno de los triunfadores y una para el novillero zamorano Antonio Boyano que entró en sustitución del anunciado Emilio Silvera. Una coqueta plaza cuadrangular, cómoda y funcional, a la sombra augusta del campanario de la vieja iglesia, trajo a las mientes el grato recuerdo de otros tiempos, y algunos alrededores con restos de alquitrán quemado en la popular procesión del Vítor, celebrada anoche. Casi lleno en el graderío de la plaza, cuya fiesta organiza el diestro vallisoletano Jorge Manrique, con cariño, acierto y espectáculo, para presenciar esta novillada sin picadores, promoción indispensable a cuantos quieren ser toreros y buscan en esta dura profesión el sentido a su propia vida.
Tres chavales acudieron a la puerta de cuadrillas y allí pudimos retratarlos para nuestro periódico digital: Ricardo Maldonado, de Valladolid; Héctor Roberto, de Écija y Antonio Boyano de Villalpando. Entre las cuadrillas hombres de plata suficientemente conocidos por el aficionado, sabiendo hacer las cosas como Mario Campillo; Suso o David. En el graderío compañeros de profesión como el torero de Valladolid, Pablo Santana o el diestro salmantino Damián Castaño a quien dos de los toreros brindaron uno de sus novillos. Y en la presidencia de la corrida, Luis Mariano Minguela, el alcalde de Laguna de Duero a quien asesoraba Faustino González y Juan Rodríguez.
Y ya acomodados en el graderío junto a Pepe Estévez, compañero de fatigas y líneas taurinas de quien esto escribe, nos dispusimos a presenciar el festejo, muy bien organizado por Jorge Manrique. Y antes de romper el paseíllo la anécdota. Un hombre a quien llaman Jose «Jarica» con un cayado de antología, extremadamente grande y grueso, era rodeado por una comitiva de chicos y chicas de las peñas quienes con cayados más pequeños golpeaban a l son de la música y cantaban una popular canción de Mayorga, interpretada por muchas personas mayores de entre el público. Y así se hizo el despejo, previo al paseíllo. Y ellos cantaban la canción antigua que decía «A Chencho un toro, ¡qué vamos a hacer! le rompió la capa en el redondel, le rompió la cara y nosotros también«.
Acomodada la bulliciosa y jaranera comitiva en el tendido, el Presidente sacó el pañuelo blanco y empezó la corrida, seria, formal, con orden y concierto, como es debido. Al correllaves le lanzó la llave del toril, con cintas de colores y fuera por el movimiento del jaco, fuera por la tardanza en echar la mano, el caso es que la llave cayó al suelo y fue entregada en mano por un arenero.
Y allá vamos con lo que hicieron los toreros ante los seis ejemplares de Miguel Moro , tres de los cuales fueron aplaudidos en el arrastre por la concurrencia, que entretuvieron la tarde, mostraron su bravura y sacaron el genio y la nobleza pareja a la de Carlos y Loreto Charro, el enclave salmantino origen de esta sangre brava.
Abrió plaza Ricardo Maldonado que estuvo suficiente y estético en sus dos ejemplares. Mucho mejor en el cuarto de la tarde que en el primero, aunque en éste que abrió plaza Ricardo empezó muy bien su faena por ambas manos. Se doblaba perfectamente en el pase con el novillo que, celoso, acometía la franela. Pese a pinchar en el primer intento, logró después una estocada que envió al desolladero al ejemplar y la petición del público produjo que la primera oreja cayera en el esportón del buen novillero que es Maldonado. Me gustó mucho más con el rebrincado cuarto, al que sometió con suficiencia el diestro. Incluso mostró un alarde al rodar sobre sí mismo, tras ser derribado por el eral y buscarle con saña. No faltó un desplante ante la cara del animal y tras una estocada entera paseó orgulloso las dos orejas del toro.
En segundo lugar actuó Antonio Boyano, muy valiente toda la tarde. A su primero le dio una larga de rodillas y lances sacándolo a los medios. El toro, bien lidiado por la cuadrilla, se lo brindó a Damián Castaño presente en el callejón de la plaza. Lo intentó pero no anduvo todo lo firme que el muchacho suele andar ante la cara del toro, incluso sufrió un achuchón al entrar a matar, zarandeándole el torete de mala manera. El torero fue aplaudido por la concurrencia. Y donde Boyano estuvo más asentado y más torero fue en el segundo de su lote, en donde no faltó ni un pique de quites entre los novilleros muy bonito, aplaudido y del agrado del público. Empezó dándole unos pases cambiados en el centro del rectángulo y luego, instrumentó una faena templadita y más entonada que en su primero. Los adornos finales echándose por detrás la muleta tuvieron gracia y torería. Tras un pinchazo hondo y golpe de descabello, el público le pidió la oreja.
Y Héctor Roberto, el de Écija, un muchacho que tiene tipo y ganas de ser torero. Toreó muy bien con la mano izquierda, alargando el viaje del novillo y al entrar a matar, citó a recibir logrando una media que echó la res patas arriba. Una oreja cayó en su esportón. Y donde estuvo muy bien fue con el novillo que cerraba la tarde. Una faena con ambas manos, plena de dominio y temple en ocasiones, dándole el sitio que pedía el ejemplar. Le recetó una estocada hasta el mango y las dos orejas le auparon a salir por la puerta grande de Mayorga. Héctor es un torero fino, elegante, que en el momento que atempere su ímpetu, logrará ser un diestro de categoría, porque ganas y afición no le faltan.
En fin, una novillada esta de Mayorga plena de sabor tradicional, encuentro con las buenas gentes del toro de Valladolid y Zamora, cosas bien hechas por parte del Ayuntamiento con una plaza estupenda y original a más no poder y encima a la sombra augusta del campanario cuyas campanas tañen para honrar a Santo Toribio, un misionero de tierras lejanas que nació en Mayorga de Campos y que es querido y respetado por todo un pueblo acogedor y hospitalario.
Fotos: J. López
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