Lo de este diestro peruano, poderoso y espigado hoy en Sevilla es digno de reconocer. Fue capaz a un toro noble de Cuvillo pero con las fuerzas pobres y escasas, sin acometividad furiosa por poner un pero al toro, de hacerlo embestir y girar ante su talle, obediente y templado hasta cortarle merecidamente las dos orejas. Una faena rubricada con el volapié de la estocada, perfilado en corto y por derecho, que hundió el acero hasta los gavilanes, desatando la euforia y el reconocimiento entre los espectadores que habían visto el poderío, el sitio, el temple y el mando de un torero en sazón, hecho y derecho, maduro y madurado ya como si fuera un preclaro diestro incluido en los anales de la historia.
Roca Rey no defrauda, tira de los carteles y llega al público en una simbiosis de admiración y entrega cuyas actuaciones son premiadas con los aplausos, los vítores la ovación y el tremolar de pañuelos, habiéndose además colocado en la cúspide del escalafón.
La faena de esta tarde al de Cuvillo, brindada al respetable sevillano, la empezó de hinojos en el tercio para ir construyendo una llamada a la emoción, a la belleza y a la conjunción armónica con un toro bravo.
Verdad es que habrá muchos aficionados que pidan y anhelen verle con toros de otros encastes y tipologías y construir sus poderosos recursos con la muleta que enardecen al público. Todo llegará. Pero ahora mismo el torero peruano Andrés Roca Rey es la evidente prueba de que el público acepte y pague un abono o una entrada donde actúa para verle, sencillamente porque desata la emoción y no defrauda.
Fotos: Pagés.
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