La mirada serena, recogida ayer en Arles por Muriel Haaz, es una muestra más que asegura aquello de la «cara es el espejo del alma», en este caso del alma torera de un diestro peruano que viene marcando en la Tauromaquia una forma de entender y conseguir completar sus faenas con asiento, delicadeza, valor, temple y mando.
Se trata de Andrés Roca Rey que ayer cortó cuatro orejas a los toros de la Quinta en la Feria de Pascua de la localidad francesa con aplomo y torería efectiva de colocación y sitio dominando a una fiera y encauzando su embestida alrededor de su espigada figura.
Roca Rey está en estos comienzos de temporada mostrando un bagaje de asiento, formación, clase y poderío que tiene poco parangón y comparación con otros momentos de su brillante carrera. Evolución completa y pasmosa desde que le vimos debutar sin caballos en aquella novillada de Valladolid hace ya ni recuerdo cuántos años.
Andrés Roca Rey con la serenidad de su andar pausado ante la cara del toro, acrecienta su altura y su sitio en cada lance pretendido a la res brava que le toca en suerte. Algo así como demostración del teorema del círculo del riesgo y de la luz que se plantea en un coso taurino en tarde de corrida con lleno de no hay billetes. Dicen que Roca manda y manda mucho, de verdad, llegando a ser ahora mismo uno de los gallos del escalafón.
Y dentro de unos días lo veremos en Valladolid con motivo de las honras al Patrón de los toreros San Pedro Regalado, de la Aguilera, préstame tu sombrerillo que el sol me quema. Y a buen seguro que no defraudará tampoco en el histórico coso del paseo de Zorrilla.
Aquí se le espera.
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