No hay otra fórmula para mantener en pie todo el tinglado taurino. Las empresas cierran las puertas de su actividad y huyen como alma que lleva el diablo, porque no les es rentable con las condiciones que muchos Ayuntamientos ponen sobre la mesa para la renovación de contratos, prórrogas y concesiones de los cosos taurinos. El último ejemplo es de la plaza de Cáceres, un sitio donde se recuperó la ilusión por el toro y donde la empresa había invertido, intentado mejorar lo que había y dar algo más al público espectador que acude al tendido, y que ha cambiado tanto desde unos años acá que todos ven con cierto desasosiego e intranquilidad esta transformación.
El manto de buenismo que mece y cobija a Corporaciones municipales por aquello de no molestar a quienes tanto protestan, con la comunicación en la mano y de su parte, no vaya a ser el demonio que me tilden de retrógrado, han puesto en solfa a la fiesta de los toros, trayéndola al escaparate de la actualidad, bien es verdad que más por algaradas y enfrentamientos que por acciones honrosas de toreros, ganaderos y empresarios comprometidos por seguir al marro de su idea y de su actitud ante la propia vida.
El cierre del grifo más el ahogo económico hacen que la Fiesta se vivifique, se renueve y exprese las adecuaciones a los nuevos tiempos, pensando más y mejor, haciendo las cosas con pulcritud y seriedad y dando la medida de una profesionalidad a prueba del interés crematístico exclusivo, inmediato…
Pero también esta es otra razón de terminar: «Tratar al toreo desde una perspectiva exclusivamente económica es asesinarlo. Debe primar el talante artístico, conseguir armonizar buenos carteles… No pueden ir en contra el interés artístico y el económico, pues si se cuida el espectáculo, éste florece y genera. Nos vamos contagiando todos poco a poco. Siempre ha existido el valor del dinero. El incentivo de un torero es el dinero, eso lo hace arrimarse. El incentivo radical del artista es el dinero aunque luego sea capaz de olvidarse al hacer el paseíllo de lo que hay en taquilla. Incentivo porque asume retos.
Antes mataban las figuras las corridas duras porque aparte del dinero necesitaban crear tensión en el público para que no bajaran sus honorarios. Ahora considero que hay un compadreo donde lo mejor es no molestarse».
Estas últimas palabras entrecomilladas son del viejo torero Luis Francisco Esplá y dan en el clavo de la realidad de estos momentos al mundo taurino donde hay tres vías que son el torero, el ganadero con su toro y el público. De la confluencia de esos tres elementos sale la dirección y si es así por gusto de los tres. No hay culpables, no vale la pena señalarlos.
La plaza refleja el momento sociológico de la sociedad y su uniformidad. El toro sacude y sale como nunca: más fuerza, mejor comido, con más pitones pero ha perdido animalidad.
Queremos el toreo perfecto, y no hay que darlo más vueltas. La perfección tiene un componente que aniquila la emoción y ahí estamos: Regenerarse y adaptarse o morir.
¡PRÓSPERO AÑO NUEVO!
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