Ha tenido que llegar una tragedia terrible como la que estamos viviendo y padeciendo para darnos cuenta de la importancia que tiene la solidaridad, el apoyo integral, el caminar juntos y no desaprovechar ni una sola de las oportunidades que se ofrecen en el camino, como si de toreros se tratara que esperan una llamada para actuar, porque la ocasión la pintan calva.
Salamanca cuenta con un territorio pleno dedicado a las dehesas y crianza del toro de lidia. La nómina de ganaderos es amplia y elocuente. Muchas familias, muchas personas ganan su pan de cada día con el esfuerzo y en el ánimo de la crianza de los toros de lidia y ahora han visto cercenada, no ya su oportunidad, sino su dedicación plena, su actividad, su trabajo y su manera de entender y desarrollar una vida laboral junto al animal totémico más bello de la naturaleza, el toro de lidia.
Es hora del reburdeo de los animales, del pitido, del bramido, del mugido, según el momento y la situación que se plantee en unos lugares en donde el silencio, la resignación y la ausencia de reivindicación de sus dueños ha sido nota más que dominante desde tiempos pasados. Pero también es hora y tiempo de la voz en alto, de la petición respetuosa al orgullo de una actividad milenaria tratada con poca o ninguna delicadeza ni atención por la autoridad «competente».
Verdad es que han sido unos pocos aficionados quienes han puesto el dedo en la llaga para que esta actividad se adapte a los tiempos, ofrezca su tradicional compostura y liturgia a todos cuantos la siguen, apoyan, fomentan y aman. A ese abanico de personas que lo han hecho, el agradecimiento por esa mayoría silenciosa a la que solo escucha el ulular del viento o el paso sosegado en las piedras de sus calles cuando deambulan por ellas o miran, o sienten o lamentan o lloran o ríen en la eterna calabriada de blanco y tinto que es la vida humana.
Salamanca es la cuna del toro bravo, sin discusión. Es el epicentro de esta actividad en la que muchas personas han depositado y dedican su vida. Por eso en el silencio de la mirada desde el balcón de la alcaldía, con la enseña nacional en primer término y sus colores sagrados dan a la Plaza mayor de Salamanca el sentido e importancia de un ayer que queremos siga vivo entre todos nosotros.
Los dirigentes políticos están obligados a la atención de sus necesidades, de sus anhelos, de sus inquietudes y a llevar una palabra de aliento, de esperanza, de orgullo y de futuro a tantas y tantas familias como dependen de la existencia del toro de lidia.
Desde este balcón de la capital charra, el abrazo emocionado y la creencia de un futuro mejor para todos.
Foto: Rubén TORRES
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