La mañana fría y con niebla sollozaba y cubría con un manto suave de aguadiza a cuantos se dieron cita junto a los muros de la bella, señorial y grandiosa plaza de toros de la Glorieta de Salamanca, para homenajear la memoria de Julio Robles, diez años después de su fallecimiento. Gentes venidas desde los más diversos rincones de nuestra geografía regional entre las que pudimos ver a sus viejos amigos y compañeros, maestros del toreo, Santiago Martín el Viti y a Pedro Gutiérrez Moya. El sempiterno alcalde de la ciudad Julián Lanzarote, extraordinario aficionado y elocuente defensor del toreo de Robles; también toreros salmantinos jóvenes como Juan Diego; el director del Instituto castellano y leonés de la lengua Gonzalo Santonja; el Director regional del ABC José Luis Martín, encargado de leer el manifiesto editado por el ayuntamiento y firmado por Andrés Amorós; aficionados, ganaderos, profesionales de la comunicación y de los medios audiovisuales y junto a todos desgranando los sones de sus instrumentos los músicos de la Banda municipal salmantina que interpretaron «El arte en el cielo», una soberana balada de trompeta de Manuel Rico y el pasodoble dedicado a Julio Robles que sonó en tantas tardes de triunfo y éxito.
Una emotividad del acto por su sencillez en donde no faltó el responso dicho por el capellán de la plaza, pidiendo a Dios el descanso eterno por el diestro, oficiando un rezo y pronunciando unas palabras de ánimo a los presentes, plenas de sinceridad, religiosidad, austeridad y emoción, con el recuerdo al diestro salmantino al que como declaró antes de morir, trajo con sus palabras: «Desde siempre tuve claro lo que quería ser. Soy torero y lo seré siempre hasta que muera«. Y así sigue: vivo, en nuestra memoria.
Con la colocación de una corona de laurel a los pies de la estatua erigida en la plaza de la Glorieta y los ramos de flores depositadas en el mismo lugar con manos temblorosas y emocionadas por Florindo y sus hermanas que agradecieron la presencia de cuantos estuvieron hoy recordando a Julio, y las palabras de Julián Lanzarote a los medios de comunicación, entre los sones de la Banda de música, la memoria de Robles, el diestro salmantino, hondo, serio, que supo atar el cuerno del toro a la tela de su muleta, acabaron los actos.
Con el corazón dolorido por el recuerdo pero henchido de gozo al comprobar que Robles sigue vivo entre los aficionados, partimos para Valladolid, abrazando a nuestros hermanos de Salamanca.
En la sección de fotografías, amplio reportaje del acto.
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