Dos ciudades tan cercanas como Madrid y Valladolid tienen en este mes de mayo, florido y hermoso cuando los trigos encañan y están los campos en flor que nos recuerda el romancillo, la proyección taurina de abrir el calendario de la España central en una temporada apasionante. Madrid, con su San Isidro querido, el santo agricultor con un ángel de peón de brega para que le arara el campo mientras él rezaba a Dios. Y Valladolid, nuestro Valladolid, echando fuera al Santo Patrón de los toreros y olvidándose no ya de su pasado, que bastante perdido está, sino de su presente taurino por aquello de decisiones políticas contrarias a una parte de la ciudadanía. Ya se sabe que cuando mandan unos, los otros quedan proscritos, perseguidos, silenciados, eliminados en la sempiterna actitud cainita de pasar la factura, tirar cada uno por su lado en lugar de apoyar todos juntos a la sociedad en la que viven, existen y se mueven.
En Valladolid este año no hay feria de San Pedro Regalado por, seguramente, una cabezonería. Unos han dicho que por no desairar a la pasada Corporación municipal que declaró como Ciudad taurina. Otros que no se pueden financiar fiestas de toros con el dinero de los contribuyentes, destinando los recursos a otros menesteres más agradables para quienes son de la cuerda y dicen estar a la defensa animal. El caso es que quienes gustaban de asistir a los festejos en honor de San Pedro Regalado deberán, deberemos, conformarnos con acudir al reclamo del santo agricultor madrileño en su convocatoria de la plaza de las Ventas.
Seguramente, más de uno podría achacar el interés feriado vallisoletano a la asistencia personal, invitados por la empresa organizadora, en donde todos los espectáculos públicos cuentan con una pléyade de informadores, fotógrafos, videográficos, personal de ayuda, cámara y pluma que podrían casi llenar un tendido de la plaza de toros, sin olvidar a concejales, colaboradores y alcaldes, y a costa del empresario que ve cómo se le solicitan pases de favor, entradas, accesos gratuitos, de baracalofi, a las plazas en donde se celebran los espectáculos taurinos, mientras el aficionado debe tirar de cartera los euros que a lo peor necesita para cubrir otras necesidades más acuciantes.
De este asunto volveremos en otro momento.
Hoy nos queda resumir los días del santo patrón de los toreros y de Valladolid que asoman en el calendario un año más y en esta ocasión sin toros en la capital del Pisuerga por decisión municipal que ha visto salida a las inutilidades grandiosas a que se destinan en más de una ocasión los dineros públicos, con una decisión partidista y demagógica como es la de eliminar la subvención a los toros, siendo de interés cultural como son aunque achaquen al color rojo de la sangre del toro de lidia lo que les repugna. En la Aguilera, ese cenobio monjil de juventud y amparo, se habrá revuelto indignado el santo patrón al ver que en su día no hay toros en Valladolid y Caín y Abel siguen entre nosotros, somos nosotros mismos.
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