Ya está aquí, un año más, el santo del Abrojo, nacido en la Platería vallisoletana, el que consiguió dominar la embestida de un toro bravo enfurecido escapado de una suelta, y que por méritos propios fue encumbrado al Santoral cristiano, descorriendo los cerrojos de puertas, portones y tranqueras para que salgan toros y novillos a ser lidiados en la plaza del coso de Zorrilla por los diestros toreros contratados para la ocasión.
Son dos corridas de toros las programadas por la empresa Valtauro, una el viernes día de su onomástica y otra el domingo el de su convecino en la corte celestial, San Isidro labrador. Así puede verse y consultarse justo al lado de estas líneas en el apartado correspondiente por quien desee. Completándose además los festejos con la primera de las novilladas de promoción sin picadores para toreros noveles el día puente entre ambas fechas, sábado, con la presentación de seis chavales que quieren ser toreros y para eso se están preparando.
San Pedro Regalado, que tiene en su ciudad erigida una bella estatua desde aquel 13 de mayo de 2004 en la plaza del Salvador, obra hecha en bronce del escultor Miguel García Delgado, decían de él que era un vallisoletano desconocido. Sin embargo cada día más aumenta el número de sus seguidores, discípulos y prosélitos porque tener un santo que se estiró, ayudado por la capilla, ante la embestida del toro, dándole una media verónica tal vez con la franela del viento, ya merece de por sí estar en todos los corazones de los taurinos, como lo está en este día. A él nos encomendamos.
Relacionar los toros y los santos en sus más diversas advocaciones siempre ha sido función gustosa de los pueblos. Porque correr toros como homenaje a un bendito de Dios es una tarea digna de sus sucesores, si no en la santidad, al menos sí en la lidia.
Por aquí palpita el espíritu de San Pedro Regalado y de la Costanilla y late por la Plaza del Ochavo, en su fachada a Platerías. El hijo de Pedro y María, quienes, sin tardanza, hicieron acristianar a su hijo en Santa Elena, iglesita que el primer conde de Gondomar, transformaría en la hoy parroquia del Salvador, donde se venera la pila bautismal de nuestro Santo y está acogida la leyenda de su acción torera.
En esta ocasión por su fausto día David Luguillano, Manolo Sánchez y Leandro son los encargados de hacer el paseíllo, como homenaje y recuerdo a una afición, la taurina, que tiene por patrón a un santo franciscano, humilde, sencillo, trabajador, limosnero y virtuoso que dominó la embestida de un toro en las tierras de Valladolid.
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