La Feria de Santiago de Santander tiene un halo de acogida que refresca unos días del año tanto al visitante viajero y forastero como al indígena y natural con una programación festiva emocional y bella, porque en ella se unen la tradición de otro tiempo, cuando el campo y la mar estaban unidos en un abrazo solidario, y las gentes participaban de su ayer festivo hecho realidad una vez al año.
Esa ciudad cántabra y hermana de la meseta que la desgajaron políticamente para hacer un feudo casi taifal, mantiene su idiosincrasia, su razón de ser, su orgullosa presencia y existencia entre las personas que allí viven y conviven. Por eso, cuando llega Santiago, patrón de España y de aquí como dicen los viejos del segoviano pueblo de Ayllón, el espíritu cántabro de acogida se acrecienta y se hace grande, ecuménico, casi se aprehende entre las manos de quien observa, participa o conoce sus momentos.
Hoy ha empezado la Feria y la Fiesta de Santander que se extiende durante toda la semana en un alarde de bullicio, generosidad, acogida y esplendidez que para sí quisieran otras muchas ciudades, otros pueblos y otras gentes de España.
Y entre los hitos importantes para destacar y seguir uno de ellos es la Feria taurina que trae al coso de Cuatro Caminos lo mejor de cada casa: Toros, toreros, caballos, aficionados, público en su oscura arena de humedad y ceniza salitrosa, donde un equipo de personas integrado en la Empresa Municipal Plaza de toros que dirige Constantino Álvarez pone en escena un abanico de corridas de toros de primer nivel.
Suena por las calles el rabel, la gaita cántabra, el requinto o el tambor, la pandereta y se oye el canto montañés, origen de una tierra hermana a la que amamos desde que la conocimos.
¡Felices fiestas!.

Foto: Celedonio Martínez
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