No fue la novillada que abría la feria De Santiago en el coso de Cuatrocaminos un dechado de virtudes, pues los novillos toros de Zacarías Moreno resultaron flojos, bien presentados, nobles, y sin fuerza. Incluso el “bellota” lidiado en tercer lugar manseó ostensiblemente y se rajó en un par de instantes. Pitados con mayor o menor intensidad en el arrastre, El pescadilla colorado honró de sobra el encierro. Nobleza, bravura, acometividad enrazada y, pese a los volteretones dados aguantó la Lidia galopando a los cites con alegría. Muchos aplausos del público cuando las mulillas lo llevaban al desolladero.
Tanto Pablo Mora como Francisco de Manuel cortaron una oreja merecida. Francisco sobre todo por la estocada fulminante y Mora que empezó de hinojos su trasteo e instrumentó unos naturales de hondura y temple por la faena más completa de la tarde.
Antonio Grande, el salmantino, empezó con ganas y deseo, pero recibió un tarantantán que a poco lo desgracia, pues el toro hizo presa en él aunque sin calar su carne. Sobrepuesto se fajó con el utrero con ganada calidad, logrando algunos momentos muy templados y de mando, pero las luces del novillo, su gas y su fuerza se apagaron pronto con lo que el joven torero que apodera Mateo Carreño, el salmantino, bastante hizo con acabar mostrando sus deseos de superación.
Casi tres cuartos de plaza y un tiempo espléndido acompañaron una tarde que no pasara a la historia por la emoción y el interés despertado. Pero así son las cosas cuando de toros, cargados de kilos, se trata y flojos de fuerza ni empujan ni pelean ni ponen sobre la mesa del albero negro santanderino la raza y la emoción que se les supone y precisa la fiesta. Otra vez será.
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