
El decano de los Presidentes de Plazas de toros, José Luis García, segoviano él y aficionado como el que más, un hombre que acude allá donde se le reclama, expone en la siguiente colaboración una razón fundamental por la que desaparece la fiesta de los toros como hasta ahora se ha conocido: hay una creencia, cada vez mayor, entre el público que acude a las plazas, a ensalzar más la estética del toreo y obviar casi totalmente la épica del mismo. Sus palabras escritas en letras de molde hacen meditar al verdadero aficionado. Son éstas:
EL TOREO EN EL SIGLO XXI
Hace ya casi tres siglos que el toreo a caballo daba paso al toreo a pie, cuando el toreo popular, el practicado por el pueblo, desplazaba al que hasta entonces primaba, que no era otro que el que corría a cargo de la nobleza, el toreo a la jineta. Y así, desde sus inicios, el toreo ha ido evolucionando hasta llegar a nuestros días.
En un principio la estocada constituía lo fundamental en el toreo, a la res se la preparaba para la muerte en la época de Pedro Romero y de Joaquín Rodríguez «Costillares»; de hecho a este torero se atribuye ser el inventor de la suerte del volapié o «vuelapies», como se la conocía, pues hasta él a los toros se les mataba en la suerte de recibir, aunque quien parece ser el primero que la realizó fue «El Romanero», lo que ocurre es que «Costillares» la practicó con mucha mayor asiduidad y por ello se dice de él que fue su inventor.
Esta etapa da paso a otra época en la que la preocupación ya gira en torno al toreo. Será José Delgado Guerra «Pepe-Hillo», su máximo exponente, de hecho llega a publicar una Tauromaquia sobre las reglar de torear, reglas que serán recogidas y tratadas ampliamente por el chiclanero Francisco Montes Reina «Paquiro». Con éste el toreo se organiza y se contemplan las suertes, el toreo va tomando forma, se va perfeccionando y con el paso de los años, y a medida que el toreo va evolucionando, será con Juan Belmonte cuando aparecerá algo fundamental en él, el temple, que no es otra cosa que «adecuar el movimiento del engaño a la velocidad de la embestida del toro, para así atemperar ésta hasta conseguir que se acople a la velocidad conque el torero maneja la muleta».
La Tauromaquia de Paquiro, será, además, la base y fundamento de futuras reglamentaciones.
La técnica también se ha ido perfeccionando hasta alcanzar cotas casi impensables, y en la actualidad se ha llegado a tal extremo, que su grado de perfección raya el máximo. Los toreros la conocen perfectamente, pues desde que se inician en las escuelas es lo primero que se les enseña.
Sin embargo, a pesar de todo cuanto se diga, el toreo en el momento actual está pasando horas bajas, muy bajas diría yo, y qué duda cabe que habrá algunos motivos para que así sea. Cada vez acude menos público a las plazas de toros, parece que está desertando en desbandada, hoy no se acaba el papel ni con los carteles más rematados con las máximas figuras del momento. Y no se trate de achacar únicamente a la consabida crisis económica que, también, tiene su influencia. Hay otros factores que han influido en su devenir para que así sea.
Y si hoy, que la técnica del toreo ha alcanzado esas cotas inimaginables en tiempo pasado, si de verdad, como se dice, «se torea mejor que nunca», y que el toro que sale a los ruedos, «tiene más presencia que nunca y es más bravo que en cualquier otro tiempo», hay que analizar el por qué de esa deserción del público y reflexionar acerca de aquello que haya que cambiar para volver a acercarle a los tendidos de las plazas de toros.
Vayamos por partes. Respecto de la evolución de la técnica poco o nada que objetar, pero ¿y del toreo que se practica?
Si hay dos elementos básicos en el toreo, como son el conocimiento del toro y de las distintas suertes, en la actualidad no siempre parece que sea así por lo que acontece en los ruedos. Una tarde sí y otra también vemos como, al menos así se percibe en la plaza, no existe un criterio definido en el matador de turno a la hora de elegir los terrenos en los que deban realizarse las suertes en función de las condiciones del toro y, además, éstas, las suertes, se reducen a unas pocas, muy pocas, entre la inmensa variedad de las existentes (más de 40 suertes diferentes con el capote y más de 40 distintas de muleta podríamos enumerar); no hay variedad en las faenas y se ha tendido a la monotonía entre los toreros, no sólo al “monodescaste”, que también, las faenas parecen estandarizadas, lo que indudablemente puede haber generado aburrimiento entre los espectadores.
Por otra parte, ya que hemos hablado de la evolución de la técnica en el toreo, también podríamos hablar de la involución de los toreros en la manera de realizar las suertes. Es verdad que el torero se ha de acoplar a las condiciones del toro, pero de ahí a que, por regla general, siempre se lleve a cabo el toreo dejando retrasada, por sistema, la pierna de salida, y se pretenda justificar diciendo «que de esa manera se alarga más el pase», no coincidimos en la apreciación, más bien, entendemos que, practicando así el toreo, hay un menor riesgo en la realización de las suertes al no cargarse las mismas y, por supuesto, no una mayor pureza.
En el toreo, el toro siempre tiene sus terrenos y el torero los suyos, y no se deben invadir los terrenos que no corresponden. Como decía don Gregorio Corrochano «hay una huella de tierra en Talavera, donde se confunden las pisadas del torero y las del toro. Los dos pisaron el mismo terreno, al mismo tiempo. Cuando va cada uno por su terreno, anda por la plaza el toreo. Cuando los terrenos del toro y del torero se confunden, se mezclan con las pisadas comunes, anda por la plaza la muerte».
En el toreo siempre hubo competencia entre los toreros, las parejas de toreros han sido necesarias, Pedro Romero y Pepe-Hillo, Francisco Arjona «Curro Cúchares» y José Redondo «Chiclanero»; Antonio Sánchez «El Tato» y Antonio Carmona «El Gordito»; Lagartijo y Frascuelo; Bombita y Machaquito; Gallito y Belmonte; Manolete y Arruza y toreros que por sí solos eran capaces de atraer a la gente a la plaza. El último monstruo en este sentido, y vaya por delante por si alguien pudiera pensar lo contrario, que como aficionado que soy no era torero de mis preferencias, con lo que hacía en el ruedo, aunque reconozco que esa muñeca izquierda que tenía era única, fue Manuel Benítez «El Cordobés», y claro que el toreo actualmente está muy necesitado de todo esto. Hoy se montan esos mano a mano descafeinados que no dicen nada y menos en el ruedo donde la competencia brilla por su ausencia.
En párrafo anterior se señala que se dice que «hoy se torea mejor que nunca». ¿Es verdad?, ¿No es verdad?. Lo cierto es que hoy se torea de manera distinta a como se hacía, sencillamente porque la técnica ha evolucionado enormemente y las condiciones del toro también han variado, otra cosa es que sea para bien o para mal, ya lo veremos.
Particularmente pienso que difícilmente se puede hacer ese aserto si cuando la lidia, que todavía se compone de tres tercios, en la actualidad se limita prácticamente al tercio de muleta. Se torea más bonito, pero con menor profundidad. En el toreo, los terrenos, la colocación, las distancias y la ejecución de las suertes es fundamental. Además, hoy cuanto acontece en el ruedo da la sensación de que el riesgo se ha reducido y hay menos emoción.
Mas he querido dejar para el final la piedra angular de la tauromaquia, ¡EL TORO!. Decía anteriormente que hoy escuchamos, por activa y por pasiva, que el toro sale con más presencia que nunca, y que el toro que se torea es el más bravo de la historia.

Bien, no siempre es así, no es cierto que siempre salga el toro con más presencia. Cosa diferente es que en la mayoría de las plazas se lidie el toro con más peso que nunca, pero ello, indudablemente, no hay que confundirlo con el TRAPÍO.
De un tiempo a esta parte, y ya hace años de ello, se ha venido maquillando el trapío con los kilos; son conceptos diferentes, no tienen nada que ver uno con el otro, el trapío es una cosa y el peso otra. El trapío lo debe constituir el conjunto armónico del toro, es decir, que el toro tenga todo lo que debe tener y lo tenga todo en su sitio.
En la plaza no debe haber toros grandes ni chicos, lo que debe haber son toros con su edad y el trapío que les corresponda en razón a su encaste, limpios de encornaduras e íntegros, fuertes, musculados, sin padecer ningún tipo de defecto físico ni sanitario y, por supuesto, encastados, pues no es bueno que el toro sólo tenga nobleza, excesiva nobleza, pues cuando ello sucede estamos ante un toro «bobalicón», el toro «tonto», el toro de «pitiminí», al que ya se le pueden dar todos los pases que se quiera, pero que no dice nada y, desde luego, no va a generar la emoción que sí origina el toro encastado.
Una de las figuras más importantes de la historia de la Tauromaquia, el maestro Santiago Martín «El Viti», no hace mucho se pronunciaba en el sentido de que «El toro debe ser auténtico y el día que no lo parezca, adiós Fiesta. Porque ésta es toro, toro y TORO y, luego, torero, que se beneficia de la res, pero siempre los últimos e indirectamente».
A modo de conclusión señalar que el Toreo del siglo XXI debe gravitar sobre el pilar fundamental que es EL TORO. El toro encastado, el toro bravo que embiste entregado y humillado, si se le torea no en línea sino describiendo curvas, cargando la suerte y metiendo la cadera, tiene su faena justa, al cabo de la cual pide la muerte, y no aguanta ochenta muletazos, y el toreo que se le realice debe serlo en base a esos fundamentos derivados de la elección de terrenos, la colocación del torero en la cara del toro, las distancias y la ejecución de las suertes, y todo lo demás, cuantos experimentos se pretendan hacer (la famosa C.A.P.T. -Confederación de Asociaciones Profesionales Taurinas- de los años noventa; aquel «Modelo y Estructura de la Fiesta», del año 2003; los llamados G-10 y G-5 y últimamente la Fusión Internacional por la Tauromaquia -F.I.T.-), no dejarán de ser brindis al sol que no regenerarán nuestra Fiesta. La regeneración de la Fiesta pasa por la REGENERACIÓN DEL TORO BRAVO Y DEL TOREO Y LA RECUPERACIÓN DE LA TAN DENOSTADA SUERTE DE VARAS, y todo lo demás serán… cuentos chinos.
Reflexión final: Ortega, no el torero, sino el filósofo don José Ortega y Gasset, pronunció una frase que encierra una auténtica sentencia: «LA FIESTA DE LOS TOROS ACABARÁ CUANDO EN EL TOREO PREDOMINE LA ESTÉTICA SOBRE LA ÉPICA».
José Luis García García
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