Ese es el reclamo que te sorprende al entrar en la localidad piñonera de la provincia de Valladolid y todos los años, al llegar sus fiestas patronales en honor a San Agustín, celebra un concurso para novilleros con picadores denominado «El Piñón de España». Desde su creación hace ahora 21 años por el ganadero palentino Simón Caminero, artífice de la invención promocional taurina, pocos se imaginaban que iba a durar y alcanzar el prestigio que ahora mismo tiene para la Villa.
Muchos y buenos aficionados se cuentan en Pedrajas de San Esteban, agrupados en peñas, sociedades y asociaciones que disfrutan de sus fiestas, trabajan por su pueblo y además se enorgullecen por el carácter taurino de esta población, una de las más representativas en la actualidad por la promoción para toreros noveles que quieren llegar a tomar la alternativa como matadores de toros.
Pero en Pedrajas, y los pedrajeros lo saben bien, conforman en su cartel de novilladas, reses de ganaderías que mantienen una bravura inusitada en sus genes y que además de no ser desconocidas entre este variopinto mundo taurino, son de aquellas ante las cuales el esfuerzo, la brega, la preparación,el sacrificio, las ganas y el deseo están por encima de la comodidad, la tranquilidad, el sosiego y en más de una ocasión la mentira.
Pues bien. En Pedrajas de San Esteban ponen en su escaparate novilladas de fuste y reciedumbre como las dos corridas en esta edición pasada. Especialmente la del Raso Portillo de los Hermanos Gamazo con extraordinarios resultados, grandeza de ánimo y bravura sin igual.
Los novillos del Raso de Portillo, esos animales que pastan en las tierras salitrosas y aguanosas de Boecillo, que tienen la vitola de pertenecer a la ganadería brava más antigua de España, «Raso de Portillo y Quiñón de Valdés» han sido los protagonistas en una tarde inolvidable como fue la del primer día de septiembre del año 2019, logrando el indulto uno de sus ejemplares, con todo el merecimiento.
Y allí en la grada, sentado, señorial, con su sombrero de ala ancha en la cabeza, Juan Sagarra Gamazo, no pudo contener la emoción, esbozando una sonrisa de satisfacción en sus labios, al ver que el producto creado por su tío Íñigo Gamazo daba los frutos que siempre se buscaron y caracterizaron a esta explotación ganadera junto a las tierras de Aldeamayor y Boecillo. Abajo, en el callejón los hijos, Íñigo y Mauricio junto al mayoral de la ganadería Rafael Agudo siguen la línea marcada y puesta en valor por el creador de aquella estirpe ganadera llamada «Raso de Portillo y Quiñón de Valdés».
Y en los tres gestos captados de los toreros que se enfrentaron a ellos: Alberto Pozo, Rafael Reyes y David Cadavid se condensan todas las emociones de una tarde inolvidable.
Cuando salimos de la plaza, titilando las lentejuelas de los toreros por la luz de los focos, un suspiro de satisfacción recorrió nuestro cuerpo: Habíamos visto algo que seguramente no volvamos a ver: La bravura de siempre y completa en unos toros de Valladolid.
Fotos: JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
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