Ayer domingo sucedió algo en el grupo joven que integra la llamada Escuela taurina de Rioseco que merece ser recordado para mostrar a todos los compañeros que ya es hora de echar mano a los trastos y volver a la actividad del trabajo, la lidia y el riesgo.
Querer ser torero es una decisión libre, tomada por un abanico de jóvenes que quieren perpetuar en sus vidas la singularidad de acceder a ser matadores de toros, especialmente en este tiempo en que casi todos los vientos azotan la barquilla frágil de la ilusión de estos chicos, de esta vocación y de esta actividad que marcha al lado y junto al toro de lidia.
Corren muy malos tiempos, pero ayer la esperanza renació entre un ramillete de chavales, sus familias y un puñado de aficionados pequeño que han dedicado su trabajo para que el grupo tenga un soporte que les ayude a formarse.
Por un lado, la ganadería de los hermanos Mayoral, José Luis y Juan, que abrieron su casa, sus instalaciones y pusieron sus reses a disposición de los novilleros. Por otro, el servicio del doctor Nabil al Chaab con su ambulancia medicalizada por si sucedía algún percance, siempre previsible cuando se habla de reses bravas. También la entrega de Santiago Castro «Luguillano» dirigiendo en todo momento y corrigiendo a los alumnos cuando hacían alguna cosa que precisara de la corrección, siempre con palabra amable, tranquila, precisa y patriarcal como se espera en el toreo de alguien que antes que cocinero ha sido fraile. La organización y resolución de Justo Berrocal y de Chema Rueda, presidente de la peña Jorge Manrique, que se encarga del acceso y de la adecuación del coso del Carmen en la ciudad de los Almirantes.
En esta mañana en que se desempolvaron los trastos camperos, pues desde que comenzó la pandemia tan solo el entrenamiento de salón había sido realizado por los alumnos, el sol y el calor acompañó en excelentes condiciones meteorológicas las evoluciones de los protagonistas y en esta ocasión hasta el Secretario General de la Consejería de la Junta, Gregorio Muñoz Abad, quiso acompañar a los chicos y ver in situ el desarrollo de la práctica torera. Otra cosa es después la ayuda económica que como Escuela taurina reglamentada debería recibir de la institución regional, pues es evidente que los alumnos de una Escuela taurina tienen el mismo derecho en su atención pública que los de cualquier otra institución docente.
El sorteo en la gorra de Herminio Chaca para lidiar las añojas que fueron saliendo por la puerta de chiqueros trajo momentos que nos recordaron a todos volver a empezar tras más de cuatro meses de silencio en el complicado mundo del toreo.
La sencillez de un estoque simulado o el de una muleta apoyada junto a la contera de uno de los burladeros de madera muestra la esperanza, pese a los sudores fríos ante un toro de lidia, de volver a empezar.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez.
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