Haciendo mutis por el foro pero dando voces se marchó Alejandro Talavante del circuito de las ferias, de las comparecencias y de los atragantos pero también de la fama, el aplauso y el dinero. Se han dicho muchas cosas al respecto de este gran torero español, empapado de la tauromaquia vigente, de hoy, de la que se lleva, se pide y se reconoce, pero puesto abiertamente en contra de quien le arropó, le llevó, le representó y le ayudó sin duda alguna a ser lo que es.
Hablan del maquiavelismo que existe en este mundo del toro con personajes que ponen y quitan, ofrecen y otorgan. Su declaración «El año que viene torearé sólo 20 buenas corridas. Estoy cansado de ir por plazas pequeñas como quiere mi apoderado. Estoy harto de la vorágine del sistema». Y un plan para subir 15.000 euros en su caché aprovechando su triunfo madrileño. Así se lo trasladó a su apoderado tras la corrida de Granada en junio, donde volvió a salir por la puerta grande. Dicen que la bronca fue tal que un día después se anunció la ruptura de relaciones. Sin embargo su apoderado, divulgó una nota en la que decía: …» decido concluir la relación profesional con Alejandro Talavante -al que considero un grandioso torero- en Granada el día 1 de junio después de que me exigiera, no por un aumento de 15.000 euros en sus honorarios por cada actuación como se ha publicado en los últimos días, si no que sus emolumentos se vieran incrementados hasta facturar «más que el que más», argumentando que él era «el mejor, el número uno». Tras intentarlo de forma fallida en alguna ocasión, consideré que yo no podía conseguir lo que él exigía y di por terminada la relación profesional que nos unía. No podía defraudarle ni a él ni a mí mismo. Modestamente pienso que «el número uno» ha de reflejarse en taquilla, y él no lo era.
En 2017 Talavante protagonizó 47 corridas estando «dentro del sistema». De ellas, 35 después de San Isidro. En 2018 completó 29 corridas. Tras su gran triunfo en Madrid sólo vendrían 16. Consiguió entrar en la Feria de Otoño de Las Ventas «porque a Simón Casas no le quedó más remedio que aceptarle, pues ninguna gran figura quiso ir».
Esto del arte de torear tiene una complicación añadida, la de la humildad y el silencio respetuoso cuando vienen mal dadas. Callar y «tragar» cuando se va bien en el burro es mucho más lamentable, al menos a mí me lo parece, que hablar por altavoces de lo malo que es el prójimo y lo bueno que es uno mismo. Posiblemente todo se andaría mucho mejor si las corridas de toros en plazas de tercera fueran eliminadas y sustituidas por novilladas con picadores o sin picar, pues su costo está tan disparado que la cuenta de resultados de una mercantil se las ve y se las desea para cuadrar los números de color rojo como el de la muleta y evitar tantas pérdidas y gastos que en más de una ocasión inducen a la escasez y lo que es peor, al apaño, al amaño y a la golfería. Los toros son un espectáculo caro, muy caro y en todos los sitios no pueden darse festejos con personajes de relumbrón, aunque los pida el concejal del ayuntamiento de turno, sino aquilatar los gastos a aquellos que puede ofrecerse.
Alejandro Talavante, matador de toros, nacido en Badajoz el 24 de noviembre de 1987 aficionado al toreo de la mano de su abuelo materno, que le llevaba a la plaza desde niño. Y en el recuerdo, una muy significativa, la tarde en la que vio torear a José Tomás en el coso pacense de Pardaleras, en la que el torero de Galapagar entregó al chaval una de las orejas que cortó. Eso no se le ha olvidado. Como a los aficionados su forma de torear y de entender el toreo. No extraña que muchos todavía le anden esperando.
Foto: PABLO COBOS
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