De un tiempo acá algunos, cada vez más, espectadores de festejos taurinos profesionales silban y protestan a los picadores de los toros cuando van a realizar su función primordial en la lidia. Y así, casi al momento de acceder al ruedo montados en sus jacos con los ojos vendados y con el peto protector, los silbidos y las protestas corren como una culebrilla pegadiza entre la gente del tendido. No digamos nada en el mismo momento en que clavan la puya en el lomo del animal si por casualidad muestran esfuerzo palpable para «meter las cuerdas» y ahormar la pujanza de la res.
Bien está que se muestre la protesta por la preocupación del aficionado espectador si la suerte de picar se hace mal, colocando la vara trasera, bien fuera del sitio determinado, barrenando o intentando con ventaja cerrar la salida al toro tras el encuentro y la llamada pelea en varas se dificulta abierta y ostensiblemente. Sin embargo, el picador de toros es un elemento con personalidad y trascendencia en el momento crucial de la corrida por la que un toro tendrá en los siguientes tercios pujanza y manifieste claramente su bravura, casta y nobleza. En definitiva en la preparación indiscutible hasta el final de su lidia.
Los picadores de toros son pieza esencial y singular en el devenir posterior del toda la lidia. Su figura muy denostada tienen que ser reivindicada por las actuaciones tan importantes y de preparación como muchos de ellos tienen en estos momentos. Auténticos hombres de la lidia de toros que montan a caballo, aman su profesión, creen en ella y son capaces de emocionarse ellos también en el devenir completo de un tercio de varas. Muchos nombres completan ahora mismo la nómina y que ahora por no ser prolijo la lista se hace muy larga. Ahí están los del ayer y de hoy: Dositeo «gallego»; Manuel «agujetas»; Telesforo «anguila»; Manuel «carriles»; José «terremoto»; Manuel «cantares»; Gregorio «gallo»; José «badila»; Manuel «zurito», de ayer. Y los Rehabi, Agudo, Peris, Remache, Puchano, Iturralde, Palomares, «Chocolate», Quinta… de hoy. Todos dejando bien claro que su actividad es indiscutible e importante aunque haya espectadores que no entiendan de su trascendencia y silben por aquello de no aceptar castigo en la res, como si les fuera en ello esa esencia de buenismo que parece invadir últimamente la vida de tantas personas.
Es preciso ser conocedores de la suerte de varas cuyo ayer y hoy se cuenta excepcionalmente en un documento de José María Moreno ilustrado con acuarelas de Enrique Pastor, de obligada lectura para el curioso.
Fotos: Andrew Moore y José FERMÍN Rodríguez
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