Con la salida a hombros por la puerta grande de los tres toreros que hoy han hecho el paseíllo en la tercera de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo y la alegría en los rostros del público asistente que llenó en sus tres cuartas partes el coso del paseo de Zorrilla, endulzados con el almíbar de unos toros de Zalduendo nobles y bravos en la parte interna del festejo y la escasa fuerza del «salud» poco sano que abrió plaza y el «triunfador» que fue a menos y sangró en exceso tras la vara propinada por José Barroso, y fue pitado en su arrastre cuando las mulillas lo llevaban al desolladero, los cuatro ejemplares restantes fueron ovacionados con fuerza tras su muerte, dieron juego y permitieron a los espadas que aflorara la estética, el poderío y el gusto torero, respectivamente, de los tres. Es decir, Morante, saludos tras aviso y dos orejas; Castella, dos orejas y oreja tras aviso y José María Manzanares, oreja y oreja.



Manuel Cabello, el usía de esta tarde, remiso al principio a exhibir el pañuelo, pero pronto cuando los silbidos arreciaban por los tendidos de la plaza e incluso con las demandas impropias de algún subalterno, exigiendo los trofeos para su torero, estuvo demasiado complaciente y generoso, como la tarde, larga tarde de feria, donde vimos torear por momentos con la gracia con que Dios ha dotado al sevillano de la Puebla; el encimismo y seriedad del francés Castella y la estética de almíbar y pausa de Manzanares.
Fue durante la lidia del segundo donde un vozarrón aclamó desde el tendido con un «¡Viva León de la Riva!» que despertó la hilaridad del público y su ovación, aunque seguramente el que fuera alcalde de la ciudad taurina que es Valladolid pensaría como lo hizo el Presidente Suárez en su momento: «¡Queredme menos y votarme más!«. Pero lo cierto es que los aficionados a los toros no olvidan la dedicación prestada por el primer edil vallisoletano tantos años atrás a la Tauromaquia de la ciudad.
Pero vamos a la corrida que se nos va el tiempo en razones deslavazadas.
La corrida de Zalduendo ha tenido cuatro toros de calidad, nobles y bravos, uno sin apenas fuerza que abrió plaza y otro que fue a menos echando el cierre a este festejo.
Morante de la Puebla, primoroso sobre todo frente a su segundo al que comenzó toreando agarrado a la contera del tablero con un estilo de otra época, de torero sabio y capaz. Salió airoso de un achuchón y estuvo firme y con genio, ganándose la embestida del toro, con temple y maestría marca de la casa. Una estocada entera y las dos orejas cayeron en el esportón del diestro, sacándose la espina del anterior de su lote en el que recibió un aviso. La estética de Morante no se discute, cuando la realiza como él sabe hacerlo y la res se lo permite.
El francés Castella que tenía a su peña de Beziers en la grada con pancarta incluida estuvo con el poderío y el oficio de su impronta. Castella empezó su turno por alto, enseñando al «opíparo» de Zalduendo, el más escurrido y anovillado, al que desorejó por partida doble. Ante el quinto echó seis estatuarios sin enmendarse y puso la plaza a revientacalderas. La serie final con la derecha extraordinaria. No obstante falló con los aceros, pinchando y tras lograr media contraria, recibió un recado en forma de aviso y una oreja tras la petición del público.
Por su parte José María Manzanares que repetía actuación toreó con la muleta realizando un cambio de mano excelente, ajustado, bellísimo y aplaudido. La estocada efectiva le dio derecho a pasear una oreja, trofeo que repetiría en el último de la tarde, al que saludó con un capote excesivamente grande y amplio en sus vuelos y que luego con la muleta le trenzó una faena emotiva y de gusto, pero con la res apagándose como una candelica a medida que iban cayendo los pases. La estocada entera fulminante le valió el premio de otro apéndice, con lo que se garantizó salir con sus compañeros en volandas de la plaza y aclamados.







En resumen, una entretenida y triunfal corrida de toros esta de Valladolid, con premios que hacen creer a quien no estuvo que vio la quintaesencia del toreo, aunque la calidad y nobleza de varios de los toros de Zalduendo permitieron que Morante, Castella y Manzanares dieran a los espectadores lo que estos quieren ver: estética, triunfo, gusto y sentido de la armonía torera, eso sí, sin pasar miedo. Saludaron Curro Javier por dos buenos pares de banderillas y Rafael Rosa y su compañero Luis Blázquez por su lidia ante el sexto. Y mañana la de Victorino a ver cómo responde.



Fotografías: JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
ricardo.furones@gmail.com dice
Excelente Reportaje Jesús