No ha podido empezar mejor la feria de Arévalo en honor a San Vitorino. Todos contentos, felices y sonrientes al acabar el espectáculo. La puerta grande, al caer la tarde, un hervidero de gente que aplaudió, vitoreó y jaleó la terna que actuó esta tarde y que estaba compuesta por Paquirri, El Juli y Manzanares.
El ganadero, Domingo Hernández, oyó aplausos a sus toros cuando las mulillas los llevaban al desolladero y vio cómo uno de ellos, el bautizado como «alcalde» y lidiado en cuarto lugar mereció el pañuelo azul de la Presidencia de la corrida, recibiendo la vuelta al ruedo en el arrastre. El empresario taurino de la localidad, Martín Perrino, un hombre que sabe qué ofrecer y que da además de espectáculo y calidad por arrobas, puso en las taquillas el cartel de «no hay billetes». El público, encantado con lo visto, integrado en el festejo, exigiendo los trofeos para los diestros que cayeron en sus serones en nueve ocasiones: Tres para Paquirri; cuatro para el Juli y dos para Manzanares. En fin, todo casi perfecto, reconociendo la extraordinaria afición que hay por las veredas del Río Adaja y del Arevalillo. Y además un recinto de plaza de toros con las comodidades más prácticas; con un callejón que para sí quisieran muchas construcciones taurinas, dotado de recinto exclusivo para discapacitados físicos en silla de ruedas y acceso fácil, logrado y cómodo.
Esta tarde de toros en Arévalo ha sido una en las que el aficionado se reencuentra con la expresión más genuina del hacer siempre importante de la tauromaquia, todo a favor: los toros, embistiendo; las taquillas, a reventar; el público, generoso y reconocido; los toreros, toreando; la climatología, estupenda; las instalaciones, limpias, aseadas y modélicas.
Se ve que la Villa de Arévalo que tiene gran devoción al glorioso mártir San Vitorino ha dado con la sisa del concejo para celebrar su fiesta de toros y que en esta ocasión no está ni pobre ni menoscabada, sino esperanzada y animosa, extendiendo por un amplio abanico de festejos la creencia por todos los pueblos cercanos de saber hacer bien las cosas. Y aquí gran parte de culpa la tiene Martín Perrino, un arevalense de pro, aficionado a los toros, empresario humilde pero cabal y profesional, entregado y sincero que pone todos los años sobre la mesa un estupendo programa de toros «en que se guelgue y zelebre su fiesta la villa de Arévalo».
Y tras la introducción obligada vamos a contar lo sucedido en el coso de Arévalo esta tarde en la que se han corrido siete toros de Garcigrande, nobles y bravos. Uno de ellos, el corrido en quinto lugar, de nombre «furtivo» impidió el dicho de «no hay quinto malo» al ser devuelto a los corrales por aparecer descordado y descoordinado en el desplazamiento motor, seguramente por causa del pinzamiento del arpón de la divisa en el nervio de su médula espinal, por lo que fue obligada la aparición del pañuelo verde en la balconada presidencial de Juan Carlos Conde, que, en esta ocasión contaba con el asesoramiento del diestro Tomás Campuzano.
Antes del paseíllo, una carroza tirada por tres esbeltos corceles, especialmente un caballo negro de tiro delantero, grácil y cadencioso en su trote, llevando a la reina y damas de las fiestas, circundó el ruedo siendo aplaudidas la señoritas por los espectadores. La banda de música interpretó el himno nacional de España, al comenzar el paseíllo.
Abrió plaza y corrida el diestro Francisco Rivera, bautizado ahora como «Paquirri» en recuerdo de su malogrado padre con un toreo que si llegó a los tendidos, no lo hizo a los entendidos. Toreo a «rabón» con lances por bajo, sacando el toro a los medios. El ejemplar de Garcigrande tomó una vara metiendo los riñones y fue banderilleado por el diestro, ante la petición del público, colocándole tres pares. Uno de ellos al violín y corriendo delante de la cara del toro, viéndose algo comprometido por la carrera de la res y la falta de rapidez de cite por el subalterno para cortar el viaje.
Tras lograr una estocada y golpear con el verduguillo recibió una oreja de la concurrencia. Estuvo algo mejor con «alcalde», que mereció la vuelta al ruedo y al que recibió con una larga de rodillas y lances por los que pasaba demasiado aire entre medias. Estuvo aseadito nada más y con sus pases de desprecio, mirando al tendido, jaleados y aplaudidos por el público, se perfiló a matar logrando una estocada caída y descabello al primer intento. Dos orejas fueron el premio recibido, demasiado bagaje para faena tan poco templada y escasamente mandona. Pero en fin, así son las cosas.
Continuó el Juli que está, lo diga quien lo diga, en estado de gracia. Dando la distancia, parando, templando y mandando como los cánones de la tauromaquia estipulan. Animoso y muy encima de los toros con «candilejas» y con el «furtivo2″ que salió en sustitución del titular. Julián López, El Juli, señor del toreo. Domina el arte; la suerte la conoce a la perfección; sabe cómo interpetar la distancia y el temple. Aúna en su cabeza un pedazo de torero universal, de todos los tiempos, increíblemente poderoso. Y luego las dos estocadas, tirándose como un cañón de artillería al morrillo del toro, con el brazo estirado, haciendo la suerte, marcando los tiempos y dando muerte a los ejemplares con brevedad.
Completó terna José María Manzanares, otro duende de la belleza torera, que tuvo que pechar con los dos peores del encierro. Su lote, conformado por «respingón» y «mudo» que cerró el festejo no le permitieron experimentar la plasticidad calmosa, bella y entregada de sus pases. Su muñeca que parece de goma, alargando el viaje del toro, encauzando su embestida no llegó a la de su compañero Julián quien estuvo acompañado de su amigo Alejandro Talavante el cual siguió la corrida desde el callejón.
Manzanares cortó una oreja a cada uno de sus enemigos y me impresionó las ganas, el esfuerzo y el interés por agradar al público con su toreo de verdad, buscando el triunfo, pero que no pudo completar por las condiciones de los toros.
En resumidas cuentas, espectacularidad en la plaza de Arévalo, ejemplo de buen hacer y envidia sana para otras muchas localidades. Y para el martes anuncian una del bello arte del rejoneo. Seguro que otro éxito de público.
(Reportaje fotográfico de Fermín Rodríguez)
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