Todo se aunó al esfuerzo hecho por la empresa de Jorge Manrique para poner en marcha un festival a beneficio de la Asociación Contra el cáncer de la ciudad de los Almirantes, con motivo de los ciento cincuenta años de la inauguración de la plaza: Los toros, los toreros, el tiempo y el público. Y cuando eso sucede, no fallan las cosas, antes bien, el resultado es inmejorable.
Desde una hora y pico antes del comienzo, la explanada del Carmen se quedó pequeña para albergar a tanto público desplazado a ver un festejo taurino y a contribuir al carácter benéfico con que se programó y anunció. La Presidenta de la AECC en Rioseco, Francisca Aranda Parada, a quien acompañaba el presidente de Valladolid Javier Arroyo, agradeció la presencia de todos los espectadores que han asistido al recinto histórico de la plaza y colaborado con su entrada para la lucha contra el cáncer. Así se manifestó por la megafonía de la plaza nada más producirse el paseíllo de los siete toreros, entregando a cada uno de ellos un obsequio en agradecimiento por su participación. Las cresterías de Santa María y de la Santa Cruz asomaban por el tejadillo de la plaza para intentar ver ellas desde la lejanía también, el importante espectáculo taurino que se dio esta tarde en Rioseco.
Los tendidos abarrotados, el graderío de la andanada lleno de público animoso, entregado a los diestros, dispuesto a la ovación y al ánimo y en el ruedo del cerco octogonal de su plaza, siete toreros como la copa de un pino: Jorge Manrique, el más veterano, que abrió plaza; Manolo Sánchez, el torero de Valladolid sustituto del lesionado Paquirri; el sevillano Manuel Jesús El Cid; David Fandila El Fandi; Leandro Marcos; Cayetano y el novillero Jorge Escudero encargados de despachar este festival con picadores y novillos toros de los Hermanos García Jiménez, bravos, repetidores y nobles que dieron buen juego. Tres de ellos fueron aplaudidos en el arrastre.
Y vamos poco a poco al festival en sí.
Largo y tendido duró el mismo, pero como estuvo tan entretenido y la acogedora plaza de Rioseco siempre tan bella, era el foco de atracción, el tiempo pasó sin notarse apenas. Únicamente reseñar que en la lidia del séptimo de la tarde hubo que dar la luz eléctrica para iluminar mejor el ruedo, pues ya la tarde se caía a plomo.
Siguiendo al correllaves Perrote que además tuvo trabajo a destajo por aquello de la entrega de once orejas y un rabo, los siete magníficos accedieron a los burladeros de la plaza, pues ésta, como conocen los aficionados, no dispone de callejón. Y sin solución de continuidad, abrió plaza Jorge Manrique. Recibió con lances al primero de la tarde sacándolo a los medios, tributándole el público una ovación animosa y reconocida.
Muy bien lidiado el novillo por el subalterno Mario Campillo, tras una vara en el piquero, fue brindado a toda la concurrencia desde el centro del anillo por el zurdo torero riosecano. Sobreponiéndose a un achuchón del toro y llevando bien la muleta, dándole la distancia que pedía el animal, le instrumentó dos estupendas series, muy templadas, por el pitón izquierdo entre las ovaciones del público y la música del pasodoble. Se perfila para matar y logra una estocada que echa por tierra a la res. Pañuelos blancos al viento y las dos orejas que caen en el esportón de Jorge. Feliz y contento, agradeciendo las muestras de simpatía de sus paisanos y aceptando, como los demás compañeros, el regalo de Lorenzo, el costalero más viejo, dio una triunfal y aclamada vuelta al ruedo.
Le siguió Manolo Sánchez quien instrumentó una faena de ligazón y temple en varios de sus muletazos. El novillo, bravo pero algo bronco, protestó al torero rompiéndole la ayuda de madera y el estaquillador de la muleta de un cabezazo, al someterle en un pase de pecho. Manolo le enjaretó una nueva serie por el pitón izquierdo muy aplaudida. Tras pinchar, logra un estoconazo hasta la bola que tira patas arriba al toro y los pañuelos vuelven a tremolar en los tendidos exigiendo los trofeos que otorga el presidente de la corrida por partida doble.
El tercero fue toreado por Manuel Jesús El Cid que, para entendernos, hizo la faena y el toreo más clásico, ajustado, con espaciosidad, temple y hondura al novillo que le tocó en suerte. Los muletazos salían limpios, con la muleta sin un solo enganche, dominador con ambas manos. El redondo final completo fue especialmente aclamado por el público. Gran estocada y las dos orejas y rabo para el de Salteras.
A continuación toreó el Fandi, quien recibió a su enemigo en el tercio con una larga y que remató con una media belmontina de rodillas de trazo muy bello. Banderilleó el diestro y el público le pidió que pusiera un cuarto par al violín, a lo que accedió. Faena más popular y encimista, con desplantes temerarios ante la cara del toro, sobre todo de rodillas al final de la misma y arrojando la muleta para, en esa postura, ofrecer el pecho al animal. Sacude una estocada, tras citar a recibir, hasta la bola y las dos orejas que son paseadas por Fandila.
El quinto de la tarde fue para Leandro que brindó al público la muerte del suyo. En nuestra retina un pase de pecho de pitón a rabo, de antología, bellísimo, espacioso y completo. Pero no mató bien, dos pinchazos sin soltar, hasta lograr la estocada que atronó al animal y la Presidencia le otorgó una oreja.
Algo así le sucedió a Cayetano, que empezó su trasteo oyendo gritos de ¡guapo! y todo eso, salidos del tendido. El toro fue el más flojo del encierro y la faena la llevó a terrenos de toriles, equivocándose sin duda alguna en el planteamiento, pero deseoso de agradar a la concurrencia aclamadora. Quizás la luz, quizás el tiempo, quizás el rumor, el caso es que a Cayetano no le salió la faena como seguramente él esperaba e intentó. Una media y otra entera algo contraria despenó al novillo, cortando una oreja.
Y cerró este festival Jorge Escudero, el novillero que ya torea con caballos y que presentó maneras ante el que cerraba plaza, que brindó a Roberto Domínguez. Doblándose por bajo al comienzo de la faena de muleta, consiguió que la embestida bronquita del torete se dulcificara un tanto. Su actuación fue más que discreta y tras matar recibió una oreja de la Presidencia que paseó entre los aplausos del público.
En resumen, un festival taurino este de Rioseco muy entretenido donde se vieron bastantes cosas. Las ganas de un par de toreros que fueron y ya se retiraron, Manrique y Manolo Sánchez; la torería de El Cid; los alardes de valor del Fandi; la torería de Leandro; la llamada mediática de Cayetano y el deseo por ser torero de Jorge Escudero. Los siete magníficos que recuperaron a una afición taurina que se reencontró otra vez como en los viejos tiempos con la fiesta de toros. Y entremedias, un público cariñoso y colaborador que abarrotó los tendidos en una tarde de sol, sin viento ni moscas por aquello de la primavera, que aplaudió y se divirtió en Medina de Rioseco, donde ha sentado cátedra por méritos propios Jorge Manrique Estébanez. ¡Enhorabuena, maestro!.
Fotos y Reportaje gráfico: José Fermín Rodríguez.
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