Una tarde de toros en la plaza zamorana de Toro es una de las experiencias más jugosas y atrayentes que un aficionado puede disfrutar. Algo así como ver toros en Ronda, en el Puerto de Santa María o en la «ancianita» de Béjar. Es el ayer que se hace tiempo presente y estrecha entre sus dedos extraños con un acogedor abrazo. Algo así pasó en la corrida a este cronista, enviado especial para cubrir la información del festejo y, ante la petición municipal precisaban un asesor taurino en el palco, pidiéndome que por favor cubriera esa plaza. Uno que no puede negarse a las peticiones de los aficionados y mucho menos si de lo que se trata es de completar un palco que estaba cojo al ir a empezar la corrida. Pues allí estuvimos en el banco acompañando a Rafael San José, el Presidente y al asesor veterinario Sr. Sevillano intentando hacerlo con afición, sentido práctico y con la alegría de ver el triunfo de tres toreros, colaborando estrechamente con el gran aficionado que es Rafael San José, templando gaitas y nervios. Entre los toreros, había uno especialmente al que fuimos a ver, por las extraordinarias dificultades físicas por las que atravesó durante todo el pasado año, tras ser cogido en esta misma plaza de muy mala manera por el toro «desencanto» de Sánchez Urbina. Superación y esfuerzo de David de Miranda. Hoy todo ha sido miel sobre hojuelas con momentos de toreo brillante a cargo de José Garrido; arrimón y entrega de López Simón y fe en su recuperación, armonía y raza del onubense David de Miranda.
Los seis toros lidiados hoy de Juan Albarrán, con kilos y romana, bien presentados, nobles, flojos y con las fuerzas muy justas han servido a la postre a sus lidiadores para desorejarlos y conseguir abrir la puerta grande de la ciudad de Doña Elvira.
Tan solo media plaza de público asistió en los tendidos y andanadas a presenciar la corrida que entretuvo la tarde y se desarrolló sin incidente alguno. López Simón escuchó aplausos tras acabar con su primero y recibió dos orejas del segundo de su lote por una faena larga y comprometida, dejándose rozar y tocar los alamares en un alarde muy valeroso. Pese a conseguir despachar con estocada entera y contraria, recibió las dos orejas que paseó sonriente por el albero.
José Garrido, cortó una oreja a cada uno de sus enemigos a los que toreó con temple y poderosa significación y entrega. Consiguió elaborar una gran faena, muy meritoria al segundo de la tarde, pero el fallo a espadas, al lograr una estocada caída, para que las mulillas del arrastre, guiadas por la tralla de Tiloga restallando el aire, lo llevaran al desolladero. Otra oreja cortaría en el quinto, tras aviso, un toro cinqueño al que se le acabó el fuelle tras los primeros compases de la faena.
Y David de Miranda, el onubense, torero recuperado para el circuito mostró sus ganas, su deseo y su raza para estar entre los matadores de toros. Muy valiente ante el tercero de la tarde al que logró cortar las dos orejas y garantizarse la salida a hombros, rubricando su buena faena en el del cierre del festejo cortando otro apéndice. Y además con el acompañamiento de un cante jondo salido desde el tendido en forma de fandango. Y saludaron por parear con gracia, Antonio Chacón y José María Amores.
La Reina de las fiestas de Toro, Irene García Domínguez, obsequió a los tres matadores con ramos de flores y el cariñoso público toresano despidió con aplausos sinceros a la terna saliendo a hombros de la plaza.
En fin, una entretenida y triunfalista corrida la del día de San Agustín y todavía en mis oídos resuena el pasodoble «Manolete» magistralmente interpretado por la Banda de Música de Toro en el recuerdo aniversario del califa cordobés, y la satisfacción de saludar a muchos amigos que dejamos en la ciudad cuando ya la noche había caído por la calle Rejadorada.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
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