En ese vivero anecdótico y de relación humana que es el callejón de una plaza de toros en día de feria, surgen muchos personajes a los que es preciso dar a conocer a los lectores. En esta ocasión, traigo a dos de ellos, Enrique y Luis Ángel, a los que gusta también torear en los adentros, a su manera y en su oficio, tal y como nos apetece y sentimos cuantos escribimos o hablamos de toros.
Conocí a Enrique Hernández “Quique”, hace tres años cuando empezaba a llevar los asuntos informativos de la Federación taurina de Valladolid. Enrique, siempre amable para con mi persona, atento y agradablemente solícito, viene llevando junto el equipo de comisarios e inspectores que se dan cita en la plaza de toros de Valladolid, bien sea en el palco presidencial, bien en el callejón, la aplicación reglamentaria y el control por la buena marcha de los festejos taurinos que se programan en Pucela.
La verdad que Félix Feliz, Manuel Cabello, Quique y demás compañeros del cuerpo superior de Policía que acuden al servicio de plaza, les significa una cosa antes de nada, importante e imprescindible, el ser aficionados a los toros y conocedores de la lidia y de sus entresijos con verdadero conocimiento, entrega y profesionalidad.
Hoy, en este pequeño reportaje de reconocimiento a su labor, quiero representar a todos en uno de ellos, en este caso Enrique Hernández, por el esfuerzo y la aplicación en lograr que se mejoren y se dignifique con mucha más categoría y seriedad los festejos taurinos celebrados en el coso del Paseo de Zorrilla.
Bien parece que ahora, con las vueltas que viene dando la vida y la reglamentación de toros para acá, toros para allá, dicen que la fiesta es mejor que estuviera en “cultura” en lugar de “interior”, cuando hasta la fecha el que los toros hayan estado controlados en su realidad por el Ministerio de Interior a muchos aficionados les parece más adecuado, ya que el respeto y la persecución del fraude en el que se suele caer en algunas ocasiones este grandioso y fenomenal espectáculo, mejor puede hacerse por las fuerzas del orden que por una autoridad exclusivamente civil. Pero en fin, las cosas hay que tomarlas como vienen y si con ello se mejora la calidad, se logra la revitalización de la tauromaquia y el trabajo llega y se extiende a más personas, ¡miel sobre hojuelas!.
Desde hace algún tiempo, el equipo de policías encargado del control, junto con el estupendo grupo veterinario de la ciudad y los aficionados que también aportan sus conocimientos, suponen una pata más que debe ir sujetando la mesa del espectáculo junto con la de la gerencia empresarial, los profesionales y los ganaderos. En ellos está el futuro de la fiesta de toros.
Y completo esta colaboración con otro personaje, anónimo en más de una ocasión, pero que va al lado de toreros y profesionales, fielmente, sin rechistar nunca, como son los ayudas o mozos de espadas, quienes entregan al diestro desde el callejón los instrumentos y objetos precisos para la lidia, o les ofrecen el agua con que refrescar o procuran la toalla al maestro para que se limpie o seque el sudor, la angustia y el miedo, incluso hasta apañarle el traje en caso de desgarrón o cogida. Su importancia en el festejo es digno también de reconocimiento. Y lo quiero hacer con uno de ellos al que he visto actuar este año en la plaza de Valladolid. Nada más y nada menos que Luis Ángel Cabezón “El Picias”, como le conocen en el mundo taurino. Muchos años viendo los toros, son pozos de sabiduría, a veces llena de recuerdos, anécdotas e ingenio.
Por eso, cuando les veo abrazados al juego de estoques y descabellos y a una muleta de repuesto, planchada y alisada, con la toalla blanca de algodón echada al hombro, siguiendo las evoluciones y pendientes de la lidia de su maestro, creo firmemente que los mozos de estoques, gratos asistentes de torero en sus avíos, juegan un papel también que merece destacarse en estas lides de la tauromaquia, sobre todo porque ellos también la aman con todas sus fuerzas.
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