Los últimos acontecimientos contra los toros, especialmente en el toro de la vega de Tordesillas, que han tenido y siguen teniendo amplia repercusión mediática, sin que el sector taurino se vea al parecer afectado y que, antes al contrario, se contraponga muy seriamente enfrente de festejo tan singular y conocido, rechazando incluso el mismo, sin apreciar ni pararse a pensar que esa es la piedra angular de la Tauromaquia española que pretenden mover los grupos de presión veganos, animalistas y antitaurinos desde hace muchos años.
Así, no hace tanto tiempo toreros como Emilio Muñoz, Jaime Ostos o Canales Rivera manifestaron su libre opinión al respecto de la popular fiesta, sin entenderla, ni comprenderla e incluso rechazándola por agreste y «poco artística». Bien. La cuestión no tendría mayor significación que una opinión más en torno a un festejo singular, un rito único que pervive en la lidia de un toro bravo y su alanceamiento en campo libre, sin capas, ni burladeros ni obstáculos artificiales, con una norma u ordenanza estricta de obligado cumplimiento que le regula.
Las últimas declaraciones del ministro de cultura Wert, desligándose también de meter mano al asunto, derivando en el propio Ayuntamiento de la localidad la permisividad y autorización última que garantice su celebración, denota la falta de compromiso por parte de quien debe darlo ante la comunidad. Por no decir la actitud del nuevo secretario del partido socialista Pedro Sánchez que acude antes a un programa vodevil de televisión a exponer su decisiones futuras contra los toros caso de salir elegido en las urnas, antes que llamar a su compañero alcalde de la Villa, amenazado de muerte y señalado en una diana para mostrarle su apoyo y consideración.
En fin, así son las cosas y muchas personas que tienen la hipocresía más como virtud que como lacra humana.
Menos mal que por estos lares queda la Junta de Castilla y León, entidad que hasta la fecha viene mostrando la razón y el conocimiento de la extraordinaria importancia que para el territorio tiene la misma existencia de ganaderías bravas, de lidia, así como los festejos taurinos populares, elementos de primer orden en el movimiento económico y ganadero con la creación de puestos de trabajo, negocio taurino y recursos para la captación de impuestos.
Pero el motivo de esta reflexión no es en modo alguno ese aspecto sino otro aún mucho más apremiante a lo que se ve. Y se trataría de unir al mundo taurino en la defensa, promoción y apoyo a sus intereses comerciales, artísticos, culturales, económicos y sociales en torno a un partido político exclusivamente dedicado a la defensa de los toros.
Si quienes están en el mundo taurino no quieren hacerlo, tendrán al final, más tarde o más temprano el lamento de su inmovilidad, de su apatía, y tal vez de su indecisión.
Ciertamente ahora, los grupos de presión antitaurinos atacan a los débiles, entiéndase a los núcleos pequeños de población, como Tordesillas o Algemesí por poner los dos recientes ejemplos de este pasado mes de septiembre. Pero no desdeñan a otros mayores como por ejemplo las Ventas, Pamplona en San Fermín o las manifestaciones en Madrid como la última protagonizada por una modelo vegana antitaurina en la calle de la Gran Vía sin que la autoridad la recoja y coloque a buen recaudo por escándalo público.
Hacen sus actividades bien pertrechados de cámaras y solícitos periodistas que airean sus «hazañas» como si de un héroe se tratara cuando es un activista, exhibicionista de la bondad, dado al teatro y en la convicción plena que desea imponer sus criterios a los demás ya sea por la fuerza, por la violencia o por cualquier otro método, enviando al medio notas, reportajes, exposiciones, relatos, acciones y opiniones para que sean difundidos.
En fin, igual se precisa urgentemente la aparición, la creación y la puesta en marcha de un partido político exclusivamente taurino, al menos para contrarrestar tanta ignominia, tantos ataques y tantas escupitajos como se dirigen hacia la fiesta de los toros, si no hay ninguno de los constituidos que decida coger el toro por los cuernos.
El tiempo nos lo dirá.
Foto: José Fermín Rodríguez
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