Una de las variantes de la tauromaquia que más prosélitos y seguidores tiene en estos momentos es la denominada popular. Desgraciadamente la otra, la reglada, la fundamental, la auténtica de color y luz, se encuentra en la actualidad algo perdida y sin el seguimiento y aprecio especialmente por la gente joven, con más cemento de la cuenta en los tendidos. Ello se ve y comprueba sin duda alguna en cualquiera de las convocatorias con las que se nos obsequia un día y otro por esos pueblos de Dios y de pan llevar, sin olvidar el recuerdo del lleno de no hay billetes en la pasada feria de Valladolid. Público animoso y emocionado, aplaudiendo a rabiar los cortes de la veintena de muchachos que asistieron a la función.

El caso al que nos acercamos cuando la temporada ya da fin en sus boqueadas finales, a falta de Zaragoza y Jaén, lo vimos en Mojados: Una extraordinaria entrada al graderío de la plaza para presenciar el concurso de cortes y quiebros y saltos que protagonizaron un grupo de muchachos que tienen su ilusión puesta en estas idas y venidas por plazas y talanqueras enfrentándose a cuerpo gentil, sin capote, únicamente con la agilidad de su quiebro a un toro, cuajado, en puntas, duro de pelar y sin picar ni banderillear. Una tauromaquia de la que llaman incruenta, del gusto antitaurino, por aquello que no hay sangre en el ruedo. Tan solo la de sus participantes que en ocasiones reciben la tarascada o la cogida del morlaco.






Este tipo de tauromaquia es un aspecto más en tantas y tantas variantes como tiene el juego eterno del hombre con el toro: Embolados, ensogados, de fuego, encierros, capeas, cortes, quiebros, saltos y recortes… que dan la medida de un aguerrido y preparado físicamente joven para romper una embestida de un toro bravo, realizando la ceñida acción entre la admiración y aplausos de la concurrencia. Bien están estas manifestaciones taurinas, aunque la de luces sea la que nos atrae personalmente mucho más que esta por la conjunción, composición artística y cimbreado corporal de una fuerza bruta y otra grácil y especialmente bella. Nadie discute los naturales de antología que dio antesdeayer el Cid en Madrid, ni el arrojo de tantos y tantos diestros que se enfrentan a la muerte cada tarde, meciendo un capote o templando grácilmente una muleta, pero bien es verdad que esta Tauromaquia atrae y por algo será.
Unos dicen que el toreo recoge de nuevo la verdad de sus orígenes en estas manifestaciones populares. Otros que las puntas de los toros están como vienen de la dehesa, con verdad y riesgo, y los hay que también admiran ambas manifestaciones por igual. Ahí están los Jhonatan Castaño, Juan Nieto, Víctor Holgado, Zorrillo, «Pajarito», Ismael y Rubén Sánchez, Cristian Moras… y tantos y tantos cortadores del quiebro a cuerpo gentil que demostraron en Mojados que esa Tauromaquia sigue con esplendor y llena de vitalidad, completando los aforos de una plaza para delicia y respiro económico de la empresa organizadora.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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