Todavía tenemos el estremecimiento y escalofrío en el cuerpo tras ver el tremendo porrazo que le propinó el toro a Rodolfo Rodríguez «El Pana»y la mala caída en el ruedo. Rodolfo Rodríguez, ese torero singular que pasa por un trance terrible en su estado físico al resultar volteado por el segundo toro de su lote cuando lo iba a recibir con el capote en la localidad mexicana de Ciudad Lerdo tiene la médula espinal obstruida. El certificado médico, tras inducirle el coma en el sanatorio español de Gómez Palacio a donde lo trasladó la ambulancia desde la plaza, es demoledor «El matador Rodolfo Rodríguez `El Pana´ presenta lesión raquimedular cervical severa con fractura de tres cuerpos vertebrales, producto de contusión con hiperextensión cervical a la caída. Su estado actual es muy grave. Pasa a terapia intensiva«.
Me viene al recuerdo aquellos días con su amigo Carlos Escolar Frascuelo en Madrid y especialmente por San Isidro, el mundial escaparate taurino de primer orden para el mundo del toro, de cuando rodaron no hace tanto tiempo un documental en la finca de Laurentino Carrascosa. Con la fresca, temprano, a las seis y media de la mañana, Carlos Escolar Frascuelo y Rodolfo Rodríguez El Pana, los últimos románticos del siglo XXI, acudieron al tentadero en la ganadería de Laurentino Carrascosa que les echó cuatro vacas bien presentadas, con movilidad, de embestida y celo. Y fueron juntos dos toreros, dos leyendas, dos historias que se juntan en Madrid. La noticia ya de por sí original dentro de ese aspecto que marcó hace varios veranos el diestro zamorano Andrés Vázquez, quien a sus ochenta años se enfrentó en el coso de la ciudad de Doña Urraca a un toro de Victorino Martín, ya no podrá verse el día de la Hispanidad en la Plaza de Madrid por El Pana que siempre quiso confirmar en esa cátedra del toreo mundial, con su padrino Carlos Escolar Frascuelo.
Eran, y son, oro viejo de la historia del toreo. El Pana en México. Frascuelo en España. Los dos pusieron a la fiesta de toros como meta y destino de su propia vida, tal y como han hecho tantos y tantos cuyos nombres ya están inscritos en el libro de la Tauromaquia.
Ahora, postrado en el lecho del dolor, nuestro recuerdo, ánimo a sus familiares y amigos y la oración a lo alto pidiendo por su recuperación. Como él siempre dice: «¡Y que sea lo que Dios quiera!».
Fotos: R. Redondo/Archivo FTValladolid
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